_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Examinarse a estas alturas

María Gracia Rubio / Fernando Álvarez-Ude

La próxima publicación de las pruebas de estrés por parte de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) es un buen momento para, ignorando aún su resultado, preguntarse por su sentido: una vez se conozcan las puntuaciones, será más difícil deslindar la satisfacción de cada examinando con ellas de su juicio sobre la propia prueba.

Una prueba de estrés o resistencia consiste en la simulación del efecto de escenarios extremos, pero verosímiles, sobre el resultado y la solvencia de los bancos, a partir del empeoramiento de las condiciones macrofinancieras, de cambios estructurales o de shocks adversos y relevantes que puedan afectar al sistema financiero.

Aunque las entidades puedan aplicar sus propias pruebas de estrés como medida de control de riesgos, el objetivo de las pruebas cuyo resultado esperamos es medir la resistencia del sistema a perturbaciones negativas, a partir del análisis de sus efectos sobre las entidades que lo componen. A examen, por tanto, no se somete a las entidades, sino al sistema en su conjunto. De hecho, las pruebas de resistencia no afectan a todas las entidades financieras (las afectadas representan el 65% del total de los activos del sector bancario), ya que su finalidad no es ponerle nota a cada una de ellas, sino analizar la estabilidad global del sistema financiero y detectar las debilidades sistémicas que pudieran existir, mediante la utilización de una muestra significativa. No obstante y con independencia de cuál sea el fin último, es inevitable que la publicación de los resultados individualizados se tome por el mercado como una clasificación.

En mayo de 2009 y junio de 2010, respectivamente, se llevaron a cabo pruebas de estrés en Estados Unidos y Europa (después de que algunas entidades hubieran sido ya recapitalizadas por sus respectivos Estados). Estas pruebas sirvieron para restablecer la confianza de los inversores en el corto plazo, pero su impacto a largo plazo fue mediocre, seguramente porque los participantes en el mercado tenían razonadamente opiniones divergentes sobre la credibilidad y validez de los escenarios considerados. Esta divergencia es inevitable, puesto que el diseño de las pruebas de estrés requiere tomar decisiones sobre elementos tales como el alcance y tipo de análisis, los riesgos analizados, las variables retenidas como expuestas a perturbación y el horizonte sobre el cual se miden los efectos.

La EBA, una de cuyas misiones fundacionales es asegurar la estabilidad financiera en Europa, dio a conocer en marzo de 2011 la metodología seguida y los escenarios considerados. El diseño de la prueba de resistencia pretende, en esta ocasión, aprovechar las lecciones aprendidas con ocasión de la prueba llevada a cabo en 2010 y se centra en la medida de los riesgos de crédito y mercado y la exposición al riesgo soberano, no considerando, en cambio, el riesgo de liquidez (no por un afán de imitar al avestruz, sino porque este riesgo está siendo analizado separadamente).

Este diseño ha sido ya objeto de críticas, tanto por ser excesivamente conservador (la definición final de core capital es más estricta que la del año pasado, anticipando algunas deducciones de Basilea III) como por no serlo bastante (no se contemplan todas las posibilidades en relación con el riesgo soberano) y tanto desde una perspectiva nacional (se eliminan las provisiones genéricas y subestándar) como desde un punto de vista sectorial (se incluyen las ayudas recibidas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria). Es más, hay que esperar que estas críticas arrecien una vez que se conozcan los resultados de las pruebas, pero, aunque enfrentados a una prueba, la tentación de regresar a los hábitos escolares es casi invencible, recordemos cuál es su fin último y que, como enfatiza la propia EBA, respecto de cada una de las entidades esta prueba es una herramienta más ofrecida al supervisor, quien tomará en consideración otros aspectos tales como el modelo de negocio, los posibles planes de reorganización, los factores de riesgo implícitos o la calidad de los gestores.

No es un examen que se suspenda o apruebe, pero la percepción en el mercado de que habrá entidades que ganen la banda azul y otras que se lleven las orejas de burro seguramente será inevitable. Por eso es importante recordar que la publicación de los resultados no altera la realidad, ni debería provocar reacciones desorbitadas. Como ha dicho, aunque en otro contexto distinto, el ministro griego Venizelos, una calificación no es un hecho, sino una valoración.

María Gracia Rubio/ Fernando Álvarez-Ude. Socios del área de Regulación Financiera de Baker & McKenzie

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_