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¿De dónde vienen las agencias de calificación?

Barroso y otros políticos europeos parecen haber descubierto que las agencias de calificación no vienen de París.

"El mercado de los ratings está demasiado concentrado en tres agencias", lamentó el martes el comisario europeo Michael Barnier, tras 18 meses como máximo responsable comunitario del sector financiero. "Para ser justos, concede, "dos de ellas son estadounidenses y la tercera, no, aunque su mentalidad es comparable".

Esa tercera en cuestión es Fitch, la más joven de las tres porque "solo" tiene 97 años. Nació en Nueva York, por supuesto. En 1913. Y en Nochebuena, aunque parezca una ironía en estos momentos.

Como sus hermanas mayores, Standard & Poor's y Moody's, Fitch surgió de una editorial especializada en publicaciones de economía. Presume de haber creado la escala que va desde la apreciada triple A que disfruta Alemania hasta la temida D que planea sobre Grecia.

Ahora es propiedad del grupo francés Fimalac (60%) y del estadounidense Hearst (40%). Fimalac, según su página web, husmeó el negocio de los ratings en 1992, cuando en la Europa continental casi nadie sabía en qué consistían.

Los avispados franceses intuyeron que la liberalización del mercado en ciernes abría una oportunidad para explotar ese filón en el Viejo Continente. Pero conscientes de que no disponían de la experiencia necesaria, compraron una pequeña y prestigiosa agencia londinense, Ibca, que poco después también llamó la atención al otro lado del Atlántico de una agencia mayor llamada Fitch.

Fitch intentó comprar Ibca a Fimalac. Pero el grupo francés le dio la vuelta a la oferta y se hizo con la agencia estadounidense, dispuesto a desafiar el dominio de Standard & Poor's y Moody's.

S&P se remonta a 1860 y su historia entronca con el desarrollo del ferrocarril en EE UU, una de las primeras burbujas financieras que estalló en el Nuevo Mundo. Henry Varnum Poor, pionero de la información financiera, defendía, según la compañía, "el derecho a saber del inversor".

Su empresa se fusionó en 1941 con Standard Statistics, una editorial de publicaciones estadísticas. Desde 1966 pertenece a The McCgraw-Hill Companies, otro grupo editorial centenario, que hasta hace poco publicaba también Business Week (ahora, propiedad de Bloomberg).

Y nos queda John Moody (1868-1958), descrito por sus sucesores como un autodidacta con empuje empresarial y olfato periodístico. Su editorial, también financiera, quebró en 1907, víctima de una crisis bursátil. Se rehizo y dos años después comenzó a publicar análisis financieros sobre el riesgo de la inversión en el sector ferroviario.

Con los años Moody's amplió su cobertura (a más sectores y a bonos públicos). Y aseguran que su prestigio creciente se afianzó durante la Gran Depresión, porque casi todos los valores a los que concedió buena calificación capearon el temporal.

El pedigrí de las tres agencias incluye gotas del mundo editorial, de la fiebre del oro (ferroviaria o bursátil) y del espectacular desarrollo del sector financiero. Los tres ingredientes se han dado y se dan en Europa, en mayor o menor medida. Pero en lugar de explotarlos, la UE parece querer crear una agencia auspiciada por los poderes públicos.

Al frente de la iniciativa, los gobiernos regionales de Alemania que, como se verá mañana con los tests de estrés, tienen un "gran" conocimiento del sector financiero "reconocido" hace poco por Joaquín Almunia, comisario europeo de Competencia. Mejor no saber que rating daría esa agencia europea al WestLB o a Helaba.

Foto: tren en Nuevo México, EE UU (B. dM., agosto 2010).

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