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Vacheron Constantin

Dos historias de relojes con vida propia

Relojes a medida, sin importar el tiempo que se destina a su elaboración.

Es la filosofía de la casa Vacheron Constantin, donde se mantiene la tradición de los cabinotiers, encargados de darle a cada reloj vida propia, con elementos estéticos a gusto del exquisito cliente. Un guilloché o una esfera de esmalte, números romanos o arábigos, segundero central o función de cronógrafo. Todo es posible. Sólo es cuestión de imaginación. Porque un reloj debe reflejar la personalidad de su propietario. El servicio Atelier Cabinotiers de Vacheron Constantin acaba de finalizar dos pedidos especiales.

¿Quiénes son los cabinotiers?

Artesanos que le dieron la fama a la ciudad de Ginebra a principios del siglo XI. Los primeros fueron los orfebres. Su trabajo era solicitado por las cortes europeas de aquella época. Atraídos por la fama de ciudad de la excelencia, los grabadores y esmaltadores también constituyeron sus propios gremios. Siguieron sus pasos los relojeros, talladores de diamantes, grabadores y fabricantes de cadenas, que ocuparon Saint-Gervais, el barrio más antiguo de la ciudad. A partir de 1650, había más relojeros que orfebres, y la relojería se convirtió en el sector clave de Ginebra.

Los artesanos montaban sus talleres en las últimas plantas de los edificios para aprovechar al máximo la luz del mediodía. Estos áticos empezaron a llamarse cabinets (gabinetes) y sus ocupantes fueron bautizados como cabinotiers. æpermil;stos tenían buena formación, no eran considerados obreros comunes, sino aristócratas de la clase obrera, educados y cultivados. Unos artistas.

Philosophia, la hora aproximada

El primero, bautizado por su dueño como Philosophia, que basa su idea en que el ser humano no necesita saber siempre la hora que es al minuto. ¿Por qué? Simplemente porque hay lugares en el mundo en el que basta quedar por la mañana o por la tarde para que dos personas puedan reunirse. Por tanto, saber si son las diez y diecisiete minutos no hace más feliz, ni infeliz a su propietario, del que se desconoce su identidad. Este hombre, del que se sabe que es coleccionista de piezas únicas y aficionado a la astronomía, ha decidido vivir sabiendo solo la hora aproximada, pero cuidando los detalles de la alta relojería. El reloj tiene una aguja en el centro, el horario y una esfera de 24 horas, de modo que se sabe la hora pero no los minutos. Pero si en algún momento tiene la tentación de conocer el minuto exacto en el que se encuentra solo tiene que deslizar el botón de encendido y apagado de la repetición de minutos. Otro detalle sofisticado es la abertura de la esfera que deja ver a las seis un tourbillon que da una vuelta cada 60 segundos. También, a petición del cliente, aparecen las fases lunares en alta precisión. La luna aparece con sus cráteres junto a una sola estrella, la Polar. En la caja de oro rosa de 18 quilates figuran la inscripción Les Cabinotiers, y el escudo de armas de Atelier Cabinotiers, que atestigua el origen especial de la pieza, que ha sido distinguido con el Punzón de Ginebra. La rueda de escape ha sido vaciada para ser decorada por la cruz de Malta calada, dejando pasar la luz.

Vladimir, cuatro años de trabajo

El segundo pedido lleva por nombre Vladimir, que significa paz para todos. Según los fabricantes, es uno de los relojes más complicados del mundo. Era el deseo de su dueño. Y lo encargó a esta firma con una trayectoria de 250 años de existencia, que tardó cuatro años en lograr esta hazaña técnica y estética. Hay que ir por partes para explicarlo. El movimiento mecánico de carga manual de este reloj único está dotado de 17 complicaciones, y consta de 891 piezas, todas acabadas y decoradas a mano por Vacheron Constantin. La esfera ha sido grabada a mano, y presenta un refinado mecanismo de tourbillon de 60 segundos que se presenta a las seis. A las tres se indican con precisión las fases lunares en un cielo azul en el que una luna de oro, grabada a mano por los artesanos, aparece sonriente o seria, según la fase. A la derecha, hay un pequeño contador pequeño con una aguja azulada que indica el par del mecanismo de sonería, es decir, si el mecanismo de la repetición de minutos está funcionando. En la esfera principal, además del horario y el minutero, hay un segundo huso horario con indicador del día y la noche a las 11. Hasta aquí algunas de las complicaciones. El fondo es tan sorprendente como la esfera, con abundante información, discreta y sorprendente. En el canto de la caja de 47 milímetros de diámetro aparecen los signos del zodiaco chinos en bajorrelieve, a petición del propietario. Las 12 figuras se tallaron de manera que sobresaliesen ligeramente de la superficie de oro rosa de 18 quilates. En la tarea se emplearon más de seis meses. En la elaboración de este reloj intervinieron 20 expertos y artesanos. Han conseguido una obra que pasará a la historia de la relojería.

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