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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Salvar a Grecia sin daños colaterales

La reunión del Eurogrupo celebrada ayer en Bruselas puso de manifiesto la reticencia que provoca, en la mayoría de los ministros de Economía de la zona euro, la propuesta alemana de que el segundo plan de rescate de Grecia incluya una aportación "sustancial y obligatoria" de los acreedores privados de Atenas. La iniciativa alemana ha provocado la alarma del Banco Central Europeo (BCE), que asegura que una participación obligatoria de los inversores en el rescate -en forma de quita o de prolongación de la madurez de los bonos- desencadenará una tormenta financiera tan descomunal como la provocada en 2008 por el desplome de Lehman Brothers. El aspirante a la presidencia del BCE, Mario Draghi, reiteró ayer ante el Parlamento Europeo esa advertencia, en una señal clara de que se trata de una postura de la entidad y no de su actual presidente, Jean-Claude Trichet. Y la inestabilidad de las últimas semanas, así como la drástica rebaja del rating sufrida anteayer por la deuda griega, indica que las advertencias del BCE no son infundadas.

La mayor parte del Eurogrupo, afortunadamente, parece haber entendido el mensaje de Fráncfort. Y aunque la reunión de ayer era solo preparatoria, parece claro que Alemania no podrá imponer su tesis, a menos que la module, en la cumbre europea del 23 y 24 de junio. Resulta encomiable el objetivo de Berlín de que el sector privado, que se ha beneficiado con sus préstamos a Grecia, contribuya al salvamento, pero ese objetivo no puede lograrse al precio de provocar una estampida de los inversores que deje al erario público con una factura aún mayor.

Los ministros europeos deben buscar la fórmula adecuada en su reunión previa del próximo lunes. Y los jefes de Gobierno deberán ratificarla sin más dilación en la cumbre del viernes 24. Ni unos ni otros pueden olvidar que la participación del sector privado es un medio, pero que el objetivo del rescate debe ser garantizar la estabilización financiera de Grecia y, sobre todo, de la zona euro. Si Berlín, como parece, se conforma con una prolongación de la madurez de parte de los bonos para situar la aportación privada en unos 30.000 millones de euros en un segundo rescate de alrededor de 120.000 millones, la zona euro y el BCE disponen de resortes adecuados para lograr esa cifra a través de incentivos, sin necesidad de imponer una dañina reestructuración.

Pese a que la solución definitiva todavía está pendiente de dilucidar, todas las partes parecen haber llegado a la conclusión de que el segundo rescate de Grecia es un mal inevitable y que lo importante es cauterizar una herida que solo supone el 2% del PIB de la zona euro, pero que amenaza con gangrenar la salud de toda el área. Ahora solo resta esperar que esa solución no resulte, finalmente, peor que la enfermedad.

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