El arte milenario de la seducción
"Si a mi lector le gustan los mojigatos, le aconsejo que no lea estas memorias". Esta frase, situada caprichosamente en el capítulo XVI del libro, dice tanto de este como su título, Mis Aventuras con Monjas. Casanova, un mito de la seducción que ha superado con solvencia el paso del tiempo, recrea sus vivencias en la Venecia del siglo XVIII. Un marco de por sí evocador, donde el héroe pasa sus días entre paseos en góndola, representaciones operísticas, afición descontrolada por el juego y cambios frecuentes de vestimenta, siempre al acecho de jóvenes beldades en edad de merecer. Eso sí: la vida social transcurre casi sin excepciones detrás de una máscara.
En otro punto del volumen, Casanova recuerda el encuentro con la biblioteca de una de las protagonistas: "Allí estaba todo lo que habían escrito contra la religión los filósofos más sabios, todo lo que las plumas más libertinas habían escrito sobre la materia que es el objeto único del amor. Libros seductores, cuyo estilo incendiario obliga al lector a ir en busca de la realidad, lo único capaz de apagar el fuego que siente circular por sus venas". La provocación se abre paso entre párrafos escritos con buen tino, y alguna moraleja edificante según se mire: "Le enseñé que el más mínimo pudor echa a perder el mayor de los placeres".
Editada por Atalanta, esta versión de Mis Aventuras con Monjas cuenta con el Premio Nacional de Traducción de 2010, otorgado a Mario Armiño. Sin duda, es un libro tentador para escapar por unas horas de la rutina y las preocupaciones.