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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El apagón nuclear es un yacimiento de negocios

La hoja de ruta que marcó este lunes la canciller alemana, Angela Merkel, cuando dio un volantazo político a su política nuclear para anunciar el cierre de todas las centrales alemanas de aquí a 2022, ha puesto de nuevo sobre la mesa de Europa el debate sobre el futuro de la energía atómica. El drástico cambio de rumbo de Berlín es la prueba fehaciente de que el impacto del terremoto y el tsunami que produjeron miles de muertos en Japón, asolaron parte del país y, al tiempo, se llevaron por delante la central de Fukushima, arrastraron en aquella ola de desolación también gran parte de la confianza que en los sistemas de seguridad nuclear se había desarrollado los últimos años en el mundo.

El giro respecto a esta fuente energética de Berlín, que en menos de un año ha pasado de ser decididamente pro nuclear -el pasado otoño aprobó una ley para prolongar la vida de los reactores 14 años de media y retrasar el apagón hasta 2036- al contundente no gracias, vuelve a poner la cuestión sobre la mesa de todos los Gobiernos europeos, menos el de Francia. Al tiempo, da a los antinucleares un nuevo impulso, que se suma a la inercia cogida tras el desastre de Japón. Todo esto, sin embargo, no debe hacer olvidar que la decisión de Merkel está alimentada sobre todo por una urgencia política, y como transacción a cambio de votos de una opinión pública alemana adversa a la energía atómica y reforzada tras la crisis nipona.

Los mercados se han encargado de señalar con rapidez a los perjudicados por este nuevo escenario en términos de negocio. Y, entre estos, y antes de que renueven sus estrategias, están los grandes grupos eléctricos alemanes como RWE o Eon que, además, han de hacer frente a un impuesto nuclear recién creado y ya diseñan acciones legales contra la medida. También, obviamente, se verán penalizados los ingresos de los productores de equipos nucleares.

Por el contrario, enfrente aparece un sector ganador en el nuevo paisaje energético europeo que se vislumbra: el de las energías renovables. Aunque en esa denominación genérica caben sistemas muy diferentes, tanto la energía solar como la eólica se asoman a un horizonte de optimismo por la llegada de nuevos negocios. No son los únicos. El primero es el que supondrá la actividad de cierre y desmantelamiento de cada una de las centrales. Pero en una economía como la alemana, en la que la producción de energía nuclear equivale al 23% del total, la sustitución de esa fuente abre oportunidades impensables hace solo unos días. Y en ese campo es donde puede y debe jugar fuerte España.

Pocas veces en la historia de nuestro país -si ha habido alguna- hemos podido presumir de contar con un sector manufacturero puntero como ha ocurrido con las energías renovables. El apoyo manifiesto del presidente de EE UU, Barack Obama, a grupos españoles como Abengoa o Gamesa, con importantes instalaciones en aquel país, son el símbolo más claro de la potencia que puede adquirir el sector español de renovables si se saben hacer las cosas. El importante yacimiento de posibilidades de negocio que se abre se ha reflejado en los mercados bursátiles tras el anuncio alemán. Eso quiere decir que también existe un potencial inversor embalsado a la espera.

Compañías como las citadas y otras muchas, centradas en el campo de las renovables podrán impulsar así sus planes de producción con tecnologías que ya dominan, pero sobre todo deberán potenciar su capacidad de I+D+i en busca de nuevas soluciones que las hagan más competitivas y para reforzar un inestimable liderazgo mundial. Otras, como Gas Natural, también podrán sacar partido al nuevo marco no nuclear. Es decir, lo ocurrido en Japón y el no nukes de Merkel abren oportunidades a las distintas fuentes de energía dentro de un mix energético competitivo. Y este se debe afrontar desde el punto de vista de la sostenibilidad y la eficiencia, y no con simplificaciones populistas o ideológicas. Porque con unas energía fósiles contaminantes y lastradas por inestabilidades políticas y una alternativa de las renovables en las que el precio sigue suponiendo un hándicap, conviene no dejar de lado y afrontar sin apriorismos el renovado debate sobre la seguridad nuclear. Una energía que, hoy por hoy, sigue siendo eficiente y competitiva.

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