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Trichet se despide entre piropos (y algunos abucheos)

Jean-Claude Trichet ha empezado hoy la simbólica cuenta atrás para el final de su mandato al frente del Banco Central Europeo con un potente discurso que suena a legado politico. Y lo ha hecho en la ciudad alemana de Aquisgrán, donde ha recibido el premio Carlomagno y los elogios encendidos de sus pares, mientras a la puerta del Ayuntamiento un pequeño grupo de ciudadanos coreaba consignas contra la política del BCE, y de la UE en general durante, la actual crisis financiera.

Aunque parezca extraño, siendo en Alemania, las pancartas eran de solidaridad con los países de la zona euro que atraviesan mayores dificultades financieras. Y en contra de las medidas de austeridad que la UE y el FMI están imponiendo a esos países para superar, supuestamente, la crisis.

La explicación de la aparente paradoja, como se puede adivinar, es que los manifestantes eran de grupos de izquierdas (algunos, con banderas de Die Linke) y acusan a Trichet "de estar al servicio de Angela Merkel" para imponer en Europa una política favorable a la especulación y contraria a los derechos de los trabajadores.

El tiempo dirá quién tiene razón: si quienes dentro del Ayuntamiento ensalzaron a Trichet o quienes afuera le abucheaban (una buena parte del público también aplaudió, que conste). Pero a falta de perspectiva histórica, tan recurrente en un marco como la ciudad de Carlomagno, parece claro que los gritos contra Trichet se equivocan, al menos en parte, de destinatario.

En la tremenda batalla política que se desencadenó el año pasado con el rescate de Grecia (cuya reedición veremos este mismo mes), Trichet siempre ha militado entre los partidarios de cerrar filas para evitar un desmembramiento de la zona euro. El francés no ha dudado en enfrentarse abiertamente al Gobierno alemán, cuyo primer instinto fue expulsar a Atenas del euro.

El BCE también se opuso, sin éxito, al deseo de Berlín de que el FMI liderase los programas de ajuste asociados a los rescates financieros. Y ha peleado y pelea para que las concesiones populistas de Merkel con su electorado (y con el Bild) no hagan más penosa la situación de los griegos. Hoy mismo, su propuesta en Aquisgrán para nombrar un ministro europeo de Economía con poderes sobre todos los socios de "una confederación de Estados" debe haber chirriado en Berlín.

Por supuesto, también se le pueden reprochar algunos errores, como su empecinamiento inicial a no comprar deuda pública de la zona euro. Y qué duda cabe de que en cada discurso pide moderación salarial, flexibilidad laboral y rigor presupuestario. Pero eso, en boca de un banquero central, no debería ya sorprender a nadie.

Foto: Plaza del ayuntamiento de Aquisgrán (B. dM., 2-6-11).

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