¿Es Ballmer tan malo para Microsoft?
Es Steve Ballmer tan malo como dicen para Microsoft? ¿Es un lastre para el futuro de la compañía? ¿Está justificado pedir su cabeza? Las preguntas se agolpan entre inversores y analistas, y todas van en la misma dirección. Pero la respuesta no es tan sencilla, pese a que para David Einhorn, el influyente gestor del hedge fund Greenlight Capital, no quepa ninguna duda: "Ballmer debe dimitir porque su presencia es la mayor amenaza para las acciones de la compañía".
Realmente esta petición no es nueva. Ya el pasado año muchos analistas financieros y tecnólogos apuntaban a la falta de liderazgo como el principal problema que aquejaba a Microsoft y para muchos el cambio en Redmond debía comenzar por lo más alto. Ahora, todo se ha acelerado tras ver los accionistas de la compañía cómo IBM superaba por momentos a Microsoft en capitalización bursátil, y cómo los títulos de esta están en el entorno de los 25 dólares, igual que hace 8 años.
Esa realidad no se discute. Tampoco que los grandes errores de Microsoft han tenido lugar en los últimos 10 años. Y algunos han sido de bulto: el fracaso de Vista, Zune, su miopía a la hora de apostar por internet y las redes sociales y su fracaso en el negocio móvil, donde hoy no son relevantes ni en smartphones ni en tabletas.
La salida de Ballmer podría ser un gesto para la galería, pero no resultará fácil
El propio Ballmer reconoció recientemente que Microsoft estuvo por delante en el negocio de los teléfonos inteligentes y que hoy están en el número cinco del mercado. "Hemos perdido todo un ciclo". Algo imperdonable para muchos inversores que ven hoy más claro que nunca que Microsoft se ha quedado descolgado de la llamada computación personal de Siglo XXI.
El sucesor de Gates intenta ahora recuperar brillo a golpe de talonario y de acuerdos estratégicos (Skype, Yahoo, Nokia...), pero no está claro que esto vaya a funcionar y sí se ven riesgos: Ayer mismo se avivó el rumor de que Microsoft podría comprar el negocio de móviles de Nokia por 19.000 millones de dólares.
El temor no solo es que la firma haya perdido el halo que tiene Google, Apple, Facebook, Amazon y que ya todo el mundo parece tener asumido, sino que Microsoft se muestre incapaz de empezar a marcar tendencias de nuevo y que su imagen de empresa innovadora de los 80 y los 90 pase definitivamente a mejor vida. Algo posible, pero con muchos matices, porque hasta a la brillante Google no le ha quedado otra que reconocer su retraso en redes sociales.
Esos matices vienen porque, pese a que Microsoft ha perdido fuelle en la época Ballmer, no lo ha perdido en todo. Es más, sus cuentas siguen siendo buenas. La compañía ha duplicado sus ventas en los últimos ocho años, al igual que sus beneficios. Además, es justo reconocer que Ballmer también ha convertido a Microsoft en un jugador clave en negocios como el de la venta de software para servidores, en bases de datos, y en otros softwares empresariales. De hecho, la división de software empresarial generó 15.000 millones de dólares de ingresos en su último ejercicio y 5.000 millones de beneficios.
Ballmer también ha logrado que la compañía siga manteniendo su gallina de los huevos de oro, Windows, que en ese ejercicio generó ingresos de 18.000 millones y un beneficio de 13.000 millones. Aunque ex directivos de Microsoft y analistas consultados por Fortune aseguran que Windows ha perjudicado la capacidad de innovar de Microsoft. Estos añaden que "el profundo orgullo de Ballmer al legado de Microsoft, de la época de Bill Gates, le ha llevado a rechazar buenas ideas". En concreto, citan el ejemplo de Courier, una tableta que podría haber posicionado a la firma en ese campo, que fue finalmente despreciada porque podía interferir con Windows.
Ballmer también lo ha hecho bien en el negocio de las videoconsolas. Ha logrado que millones de hogares en todo el mundo cuentan con una Xbox, ahora impulsada por una innovación que le ha ido bien: Kinect, para manejar la máquina con los gestos. E, igualmente, el salto de la compañía a la nube, con su software y su plataforma Azure, empieza a cuajar en el mercado pese a sus tímidos pasos iniciales.
Está claro que la asignatura pendiente de Ballmer es el mercado de consumo, donde lleva tiempo chupando rueda de Apple, Google, Facebook y Amazon. Y un ejemplo son sus ya extintos móviles Kin. Los lanzaron pensando en los adolescentes, pero no les incluyeron mensajería instantánea ni la opción de jugar online, y la apuesta duró semanas. Esta ceguera hacia el consumo, que muchos analistas le recriminan (la compra de Skype podría cambiar las tornas), no es baladí porque como reconocen los propios directivos de Microsoft, las empresas cada vez más se rigen en sus compras de TI por lo que usan sus empleados fuera del trabajo.
No es tarea fácil
Aunque la marcha de Ballmer podría ser un gesto de cara a la galería, muchos analistas no ven claro cuál sería el impacto real, porque dicen que Microsoft no es una empresa tan personalista como Oracle, con Larry Ellison, o Apple con Steve Jobs. Está claro que todo dependería de quién le sustituyera. Y las listas con posibles candidatos circulan ya por internet: Stephen Elop (jefe de Nokia), Mark Hurd (presidente de Oracle), John Thompson (presidente de Symantec) o Jeff Raikes, que lideró la unidad de software empresarial de Microsoft durante una década.
Por ahora, pura especulación. Como también lo es que Microsoft podría dividir la compañía en otras más pequeñas, flexibles e innovadoras. O que podría centrarse en el mercado empresarial y vender sus unidades de consumo.