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Análisis

Acuerdos a cinco bandas para resolver el gran sudoku griego

Demasiadas noticias en pocos días para solventar el infernal sudoku de la deuda griega. Pero, por inverosímil que parezca, pueden conciliarse los intereses del Gobierno de Atenas, de la oposición, del BCE, de los acreedores de la deuda griega, del FMI y de Alemania y otros Estados del Norte.

La reestructuración suave de la deuda griega parece ser el úlitmo paso, y el fundamental. El mercado hace tiempo que lo daba por hecho, pero solo ha llegado cuando la situación era extrema. A saber, si la UE no pactaba con Atenas un nuevo rescate, los números del primer rescate no salían, lo que imposibilita al FMI a seguir desembolsando dinero. Si no llegan los 3.300 millones de euros del FMI a finales de junio, Grecia entraría en impago el mes que viene.

Por eso la reestructuración llega ahora. Para que la UE diese el visto bueno, se necesitaba la luz verde de los Estados miembros, muchos de los cuales se mostraban extremadamente reacios (más en público que en privado, todo sea dicho) a dar más dinero a los vecinos del Sur, y abogan por que la factura la paguen quienes tienen en su cartera deuda griega.

Por su parte, este vecino del Sur (o mejor dicho su Gobierno) tiene que cumplir ciertas condiciones para recibir el dinero. Para ello necesita, también, el silencio cómplice de la oposición, pues dichas condiciones no suelen ser muy populares entre el electorado, y el Gobierno no duraría mucho defendiendo a solas estas medidas draconianas.

Y el Banco Central Europeo, además de velar obsesivamente por la estabilidad de precios, se preocupa, y mucho, por la situación financiera de los bancos, principales tenedores de deuda helena. No es casual que sean Dexia y Commerzbank quienes hayan ampliado capital últimamente.

En este sentido, el BCE se ha mostrado dispuesto a bloquear una reestructuración de deuda griega que suponga quitas inmediatas o rebajas de rating. Si el BCE, como sugirió, cierra el grifo a la banca helena, la banca de Atenas caería en cuestión de horas, y la onda expansiva hundiría a toda la zona euro.

Pese a que a la mesa se sientan estos cinco jugadores con capacidad de hacer inviable una salida de la crisis, parece que se ha logrado pergeñar un pacto de mínimos que incluye reestructuración suave de la deuda, más ayuda de la UE, un programa de austeridad y privatizaciones para Atenas y una rebaja del IVA (caramelo para la oposición). Todo el mundo ha cedido algo y todo el mundo ha obtenido algo. Salvo, obviamente, los ciudadanos y contribuyentes griegos.

¿Funcionará? En el mejor de los casos, hasta 2013. Sobre el papel Grecia puede solventar sus compromisos financieros hasta la fecha en la que expira el actual mecanismo de ayuda. A partir de entonces una reestructuración más dura de la deuda griega se da casi por hecha, salvo milagro económico. Eso, en el mejor de los casos.

Los acreedores, por su parte, deben acogerse a un canje que teóricamente es voluntario pero que, en la práctica, es obligatorio, dado que la deuda de nueva creación prevalece respecto a la antigua. Se ven obligados a prorrogar los vencimientos de la deuda, pero de poco podrán quejarse, pues son quienes asumieron el riesgo y a quienes está rescatando, en realidad, la UE y el FMI.

Ahora la tarea pendiente es que se cierren los acuerdos esbozados y/o filtrados esta semana. Y no es una cuestión menor el tratamiento que los contratos de CDS y las agencias de calificación otorguen al canje de la deuda griega. Porque si es el detonante de una rebaja masiva de ratings o desencadena la ejecución de contratos de derivados de crédito, junio va a ser un mes todavía más entretenido.

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