Sin sucesor en el Deutsche
Una de las características de un buen CEO es planear bien su salida. Sin tener eso en cuenta, tener a Josef Ackermann al frente de Deutsche Bank ha sido un éxito. Pero los intentos fallidos para sustituirle amenazan con echar a perder su legado.
El Deutsche ya ha echado una vez por tierra su decisión. Hace dos años, el consejo de supervisión no se puso de acuerdo para designar un sucesor y en su lugar, prefirió extender el contrato de Ackermann hasta 2013. Desde entonces, no ha habido un progreso visible.
La incertidumbre inquieta a directivos, empleados -e inversores-. Hermes Equity Ownership Services, asesor de fondo de pensiones, criticó al consejo supervisor de la entidad por su falta de planificación. Y los trasvases de poder a sus rivales BNP Paribas y Barclays han ayudado a resaltar las deficiencias del banco.
La situación sucesoria en el Deutsche se encuentra inusualmente politizada. La obvia sustitución de Ackermann es Anshu Jain, quien dirige la división de banca de inversión que generó casi tres cuartas partes de los ingresos del banco el pasado año. Pero a Jain, que no habla alemán fluidamente, le podría resultar difícil ser la cara pública del banco en su mercado doméstico -un papel que Ackermann ha jugado bien-. Esta es la razón por la que algunos apuestan por los directores de otras divisiones como Hugo Banziger o Stefan Krause.
El ex presidente del Bundesbank Axel Weber es otro candidato. Pero Weber, un ex académico, no tiene prácticamente experiencia bancaria.
Una posible solución para la entidad podría ser designar co-CEO. Una idea mejor podría ser emplazar como presidente del consejo supervisor a alguien como Weber, despejando el camino para que Jain ocupe el cargo de CEO. Pero eso generaría el problema de qué hacer con el actual presidente Clemens Boersig.
Alguien saldrá bastante molesto con cualquier decisión que se tome. Pero la firmeza es necesaria. Ackermann sabe sobre los inconvenientes de escoger muy pronto a un sucesor: fue designado para el puesto de Rolf Breuer casi dos años antes de hacerse formalmente con el cargo en 2002. Sin embargo, la preocupación es que el Deutsche se paralice durante un tiempo en el que el negocio cambia rápidamente. Ackermann debe reconocer que la historia le juzgará sobre los efectos que cause su partida.
Por George Hay