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Elecciones 2011. Locales y autonómicas
Tribuna
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El malestar de España

Las elecciones municipales y autonómicas del 23 de mayo, con una clara victoria del Partido Popular, no resolverán los problemas estructurales de España y su malestar. Ese malaise no se da solo en España, sino que aparece también reflejado en los últimos resultados electorales en los países europeos.

En Italia, Il Cavaliere ha perdido la primera vuelta de la elecciones municipales en su feudo milanés, abriendo paso al centro-izquierda a una segunda vuelta por primera vez en 14 años. Las causas relacionadas con los delitos de corrupción y sexuales de Silvio Berlusconi y la participación de Italia en la operación de la OTAN en Libia auguran un resquebrajamiento de la coalición del PDL con la Liga Norte necesaria para gobernar el Milanesado. Un examen difícil e importante para el primer ministro italiano, a mitad de su mandato, que los periódicos ya han bautizado como el Berlus-crack.

Más al norte, en Escocia, el jueves pasado triunfó el SNP del carismático independentista Alex Salmond, que obtuvo la primera mayoría absoluta en la historia del Parlamento escocés de Holyrood desde su creación en el año 1999.

El 5 de junio habrá elecciones generales en Portugal que intentarán romper el empate técnico de los sondeos entre socialistas y conservadores a la búsqueda de un Gobierno que articule un rescate financiero de 78.000 millones de euros proveniente de una maltrecha Unión Europea y un Fondo Monetario Internacional descabezado.

En Francia, la detención en Nueva York de Dominique Strauss-Kahn, director del Fondo Monetario Internacional y candidato socialista a la presidencia de la República francesa, por presuntos delitos de violación y agresión sexual, ha conmocionado a la sociedad gala, sumida en un acalorado debate sobre la pérdida de valores morales en la política.

Este debate estaba ya muy presente en la ágora gala, un país con una sociedad civil fuerte y una sólida conciencia política. Los 800.000 ejemplares vendidos de ¡Indígnense!, de Stéphane Hessel, son una prueba de esa sintonía de la sociedad civil con la llamada a la reflexión y a la importancia de la participación ciudadana en la mejora de la sociedad común.

En España, nuestra sociedad civil sigue siendo débil. Movimientos como el 15-M nos desconciertan. Los partidos políticos intentan manipularlos a su favor. La Junta Electoral los prohíbe atemorizada en su miopía para ver que la voz ciudadana puede y debe expresarse paralelamente a las urnas, de que la sociedad, sin fines partidistas, es capaz de pedir transparencia y una mejora del sistema democrático.

Los españoles consideran a la clase política el tercer problema nacional, por detrás del paro y el terrorismo, según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Por lo tanto, hemos votado, una vez más, a una clase política desacreditada en un sistema democrático débil, caracterizado por la partitocracia y una creciente corrupción, en el que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición nombran a gran parte de los presidentes autonómicos, de los alcaldes, al 80% de las listas electorales y a una buena parte de los miembros del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.

El malestar de España no es solo político, sino también económico, provocado por una tasa de desempleo del 21% y superior al 48% entre los jóvenes, unos planes de equilibrio presupuestario elaborados in extremis tras la reprimenda de Bruselas en mayo de 2010, que se caracterizan por su falta de transparencia, y por la posibilidad de que existan deudas no computadas por motivos electorales. Estos planes diseñados para recortar el déficit difícilmente podrán corregir el desequilibrio inherente al sistema autonómico español en el que el Estado recauda y las autonomías gastan, a menudo sin control, a sabiendas de que al no ser entes recaudatorios, no están sometidas al castigo electoral.

España no puede permitirse una estructura de Estado como la actual en la que las Administraciones públicas se multiplican por 17 con sus consecuentes y disparatados gastos funcionariales. La España de las autonomías fue, en mi opinión, un error del presidente Adolfo Suárez que no supo dar una respuesta adecuada a la excepción vasca y catalana y optó por una política de café para todos cuyas consecuencias, agudizadas por la crisis económica, estamos padeciendo hoy.

La España del siglo XXI debería ser un Estado fuerte, unido, solidario, preparado para competir en la economía global, con un papel político internacional de peso, una clase política ni profesional ni funcionarial, y una sociedad civil desarrollada y culta formada en el espíritu crítico que sirva de contrapeso al Estado en la búsqueda del difícil equilibrio de libertad.

Arantza de Areilza Churruca. Decana de IE School of Arts and Humanities y experta en relaciones internacionales de IE Business School

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