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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un calendario urgente de estímulo económico

Como si de un termómetro se tratase, el temor a un recrudecimiento de la crisis de deuda soberana generado por la decisión de S&P el pasado viernes de poner en perspectiva negativa el rating crediticio de Italia se extendió ayer a los mercados bursátiles de toda Europa. La incertidumbre provocada por esa decisión, sumada a la rebaja de rating de Grecia realizada por Fitch el mismo día, lastraba de forma generalizada las Bolsas europeas y provocaba un repunte del riesgo país en las economías periféricas. Pese al temor inicial de que los resultados electorales del 22-M pudiesen impactar de modo importante en el mercado, el Ibex fue el índice menos castigado de los selectivos europeos y la prima de riesgo española, que se llegó a disparar por encima de los 260 puntos, se moderó levemente hasta situarse en 250 puntos.

Con los resultados de los comicios municipales y autonómicos sobre la mesa, y una vez que José Luis Rodríguez Zapatero ha dejado claro que en su agenda política no figura un adelanto de las elecciones generales, el reto del Gobierno se centra ahora en continuar con las reformas que tiene pendientes la economía española. Un extremo -el de la necesidad de continuar con los ajustes- que preocupa, y no solo a los mercados. El gobernador del Banco de España reclamaba ayer con contundencia que se deje de culpar a los elementos externos de la subida de la prima de riesgo e insistía en exigir la adopción de medidas y reformas internas "lo antes posible". Miguel Ángel Fernández Ordóñez recordaba así lo que no es un secreto para nadie: que España no puede asumir mucho tiempo el coste de un diferencial permanentemente por encima de los 200 puntos básicos. Pese al esfuerzo realizado por la economía en el último año, especialmente en materia de contención del déficit, la recuperación de la confianza de los inversores todavía está lejos de lograrse. En ese escenario, la voluntad del Ejecutivo de agotar la legislatura para completar las reformas debe plasmarse en hechos, y hacerlo cuanto antes.

El anuncio realizado por Atenas de un nuevo paquete de medidas de austeridad destinado a cumplir con las exigencias de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional -que será presentado hoy por el presidente, Yorgos Papandreu- augura un largo y doloroso camino para evitar que el país llegue a la quiebra. A ese ambiente de tormenta se ha sumado también Italia, tras la rebaja de su perspectiva de calificación crediticia. Todo ello parece indicar que pese a los reiterados intentos de Bruselas de vislumbrar el final de la crisis de deuda pública en las economías periféricas, tal horizonte no está próximo. En esa coyuntura, la única respuesta posible -también para España- es continuar adelante con las reformas y hacerlo con mano firme. Pero han de ser unas reformas que no se centren únicamente en los recortes de gasto -pese a que estos sean imprescindibles- sino que deben tratar indefectiblemente de estimular los escasos resortes de crecimiento de unas economías sumidas en la atonía y en el estancamiento.

La lista de deberes que tiene por delante España no admite demoras. Y entre ellas destaca por su urgencia la reforma de la negociación colectiva, pero también la culminación del saneamiento del sistema financiero y el ahondamiento en el ajuste fiscal de las Administraciones públicas, en especial de las comunidades autónomas. Todo apunta a que los cambios de Gobiernos regionales y municipales tras el 22-M harán aflorar bolsas de déficit no declarado, un extremo cuyo impacto en los mercados minimizan algunos expertos, pero que no puede descartarse como un factor más de incertidumbre. Con ese panorama en ciernes, resulta imprescindible que el Gobierno central acelere el calendario de reformas a realizar en los próximos meses, pero también que lo haga en la conciencia de que no es suficiente con seguir con los ajustes pendientes, sino que hace falta poner en marcha nuevas medidas de estímulo para la economía. De la firmeza y rigor con que el Ejecutivo acometa esa tarea depende no solo la necesaria recuperación de la confianza por parte de los mercados financieros, sino las posibilidades de recuperación en un plazo razonable de la maltrecha economía española. Ambos son objetivos que no admiten demora.

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