Memoria de lo cotidiano en la cara de una tarjeta de crédito
Los bolsillos están llenos de historia. Acumulan responsabilidades, alegrías y malos tragos... Desde que hace 40 años el Banco de Bilbao trajera el dinero de plástico a España, las tarjetas han sido testigos de millones de operaciones de pago. Son la memoria viva del consumo. En suma, de los hábitos cotidianos.
La primera tarjeta vio las calles españolas en abril de 1971, después de que el banco vasco llegara a un acuerdo con Bank of America. El dinero de plástico había nacido dos décadas antes y, para entonces, ya tenía presencia internacional. Bankamericard era la red más extensa de la época, con 40 millones de tarjetas en circulación emitidas por 3.000 bancos de 14 países y con aceptación en un millón de establecimientos.
El producto de Banco de Bilbao permitía compras a crédito con un límite máximo de 25.000 pesetas (150 euros). La cantidad dispuesta podía devolverse al vencer el mes o aplazarse pagando un interés del 10% sobre el saldo consumido. En su primer año de vida se emitieron 742.000 unidades. Sus promotores pusieron especial énfasis en que la tarjeta tuviera una amplia aceptación en comercios. Nada más nacer había 5.200 adheridos, entre los que se encontraban El Corte Inglés, Iberia, Loewe, Celso García, Ulloa âptico, Cortefiel, Marsans, Meliá o Espasa-Calpe.
Del calco a la banda magnética
Las primeras tarjetas carecían de banda magnética. En su lugar, los plásticos se calcaban sobre recibos autocopiativos a través de las llamadas máquinas zip-zap o bacaladeras. Así, el titular conservaba un resguardo, el comercio otro y el tercero iba a los centros de procesamiento de la entidad. Banco de Bilbao pasó de 3 a 15 centros operativos en menos de un año. Además de revisar los comprobantes, estos centros se hacían cargo de autorizar por vía telefónica las compras de más de 3.000 pesetas (18 euros).
Bankamericard dio paso a un sistema abierto de medios de pago donde pudieran participar otros grupos financieros entre 1976 y 1979. Así nació Visa. Fue por aquel entonces cuando Banco de Vizcaya y Banco Exterior (luego Argentaria) emitirían sus primeros plásticos.
Los años ochenta trajeron la computerización al sistema financiero. Apareció Servired como primera red de cajeros integrados y emergieron los primeros datáfonos como reemplazo de las bacaladeras. También surgirían entonces las tarjetas de débito que, al ejecutar el cargo con carácter inmediato, exigen comprobar el saldo disponible en cuenta por medios telemáticos. El catálogo de productos se amplió en los noventa. Banco Exterior lanza la primera tarjeta de pago aplazado o revolving y BBV emite las primeras tarjetas para instituciones.
Todas estas décadas no han sido tampoco un camino de rosas. El dinero de plástico también ha anotado sus fracasos. Las tarjetas monedero fueron uno de los más sonados. En 1997 Argentaria puso en la calle las primeras, pero este asalto a las compras de bajo importe resultó un fiasco. Y resultados similares registrarían los primeros sistemas de pago por móvil y las minitarjetas en la década de 2000.
Pero de los errores se aprende y los expertos de medios de pago de BBVA señalan el camino que tienen las tarjetas por delante. La tecnología sin contacto (NFC) dará un papel protagonista a los móviles en las compras minoristas. El prepago continuará buscando su hueco frente al efectivo y, asimismo, deberán desarrollarse nuevas alternativas de pago pensadas para el comercio electrónico.
Edición de prepago para el aniversario
Para celebrar el lanzamiento de su primera tarjeta, BBVA ha puesto a la venta réplicas de prepago para clientes y no clientes. Ha encargado medio millón de unidades. El pasado año, la entidad simplificó su abanico de productos a cuatro plásticos (prepago, débito, fin de mes y revolving). Antes tenía 70 en catálogo. BBVA tiene 53 millones de tarjetas en el mundo. De estas, 10 millones están en España.