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Columna
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Problemas serios para el FMI

Por razones obvias, Dominique Strauss-Kahn no se reunió con Angela Merkel el domingo como estaba previsto. Esto da una idea del perjuicio que su arresto en Nueva York tendrá como consecuencia en el interminable drama de la deuda europea. A principios de esta semana, los ministros de Finanzas tenían que hablar sobre la versión final del plan de rescate portugués, el paquete irlandés y un posible ajuste del griego. Ahora, han perdido al hombre que no solo jugó un papel decisivo en la participación del Fondo Monetario Internacional (FMI) en los planes de rescate de la periferia europea, sino al que también habría podido ayudarles a salvar sus propias divisiones merced a sus habilidades diplomáticas.

De cualquier manera, sus ambiciones políticas en Francia habrían llevado probablemente a Strauss-Kahn a dejar el FMI antes de este verano. Pero estará incapacitado durante un mes cuando la institución necesita más que nunca un líder. En el primer año de la crisis de deuda en la eurozona, sus líderes han dependido de él constantemente para sentar a la mesa común a la canciller alemana. La convenció hace un año de que exigir a Grecia objetivos fiscales duros a medio y corto plazo no era realista y además contraproducente. Esta semana contó a la prensa la necesidad de tipos de interés razonables para Portugal e Irlanda, y lanzó la señal de que Grecia aún podría contar con el amor condicional de sus acreedores.

Los líderes de la eurozona deben trabajar ahora sin él. En cualquier caso, el FMI tendría que afrontar las cuestiones tras su partida. ¿Es hora de que la institución esté dirigida por un no europeo? ¿Cuál debería ser la nueva doctrina? Strauss-Kahn alejó al FMI de lo que él criticó como "el grupo de pensamiento" del llamado consenso de Washington, pero no surgió ningún "nuevo pensamiento" que atajara mejor los desequilibrios globales -la misión original del FMI-. Más allá de las penalidades personales de un hombre y de la crisis existencial de la eurozona, estos son los problemas que el FMI debe afrontar seriamente ahora.

Por Pierre Briançon

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