El núcleo duro de la inflación pasa de la crisis
Desde hace veintiocho meses, desde diciembre de 2008, la inflación subyacente, la que excluye a los precios de los alimentos frescos y de la energía, no estaba por encima del 2%. En abril ha alcanzado el 2,1% por el empuje recobrado de los servicios y buena parte de los componentes estructurales del Indice de Precios de Consumo, el auténtico núcleo duro de la inflación, que parece comportarse ya como si la crisis económica y de consumo se hubiese superado.
La fuerte contracción de la demanda de los hogares presionó a los precios a la baja en todos aquellos bienes y servicios que trabajaban en abierta competencia en los últimos años, especialmente en los bienes de consumo duradero de origen industrial, y en los servicios sensibles a la disponibilidad de riqueza, y que mantienen una elasticidad inmediata a las variaciones de la renta disponible de la gente.
El índice de servicios como tal ha vuelto a superar el 2% tras dos años por debajo, si bien es cierto que en el ejercicio 2008 llegó a superar el 4%. Los precios de los servicios turísticos y la hostelería han sido en buena parte culpables de este súbito repunte de los precios de los servicios, y con él, de todo el índice subyacente de la inflación. Además, ha habido un súbito tirón del equipamiento personal en vestido y calzado por la llegada de las nuevas colecciones de primavera y verano.
Pero tampoco es nada despreciable la aportación de la alimentación elaborada, que de tener avances del 0% hace tan sólo dos años en tasa interanual, ha pasado a tasas del 4,5%, en una carrera acelerada iniciada hace ocho o nueve meses por la presión de los precios de las materias primas alimentarias.
Los bienes industriales, que han tenido un comportamiento errático durante la crisis, obedeciendo a los contrastes que ha proporcionado el coste del petróleo, han dejado de funcionar como estabilizador de los precios.
Con la inflación en el 3,8%, impropia de una demanda interna aplanada, y en plena negociación colectiva, los agentes sociales tienen que estar muy atentos para evitar trasladar a los costes salariales el avance de los precios finales, porque la segunda ronda a la que tanto miedo tienen el Banco de España y el BCE, debe ser evitada.
Una espiral de precios y costes como a la que el IPC invita es la peor manera de encarar la recuperación económica. España, además, tiene un plus de inflación sobre el resto de sus competidores europeos, con una tasa del 2,8% frente al 3,5% armonizado de España. La divisa única garantiza que no habrá desviaciones cambiarias, pero no por ello tienen que producirse en los precios de producción o consumo, puesto que las ventajas que proporciona un instrumento se neutralizan con creces por el otro. Y España, sin demanda, no puede permitirse una inflación cercana al 4% que únicamente pone en riesgo la competitividad y cercena el poder adquisitivo de las rentas de los particulares.