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Tendencias

El 'enfant terrible' de la moda francesa se hace mayor

La carrera de Jean Paul Gaultier mantiene una rebeldía que seguirá alentando tras la compra por Puig.

El 'enfant terrible' de la moda francesa se hace mayor
El 'enfant terrible' de la moda francesa se hace mayor

Ser el diseñador de cabecera de Madonna condenó a la fama a Jean Paul Gaultier (Arcueil, Francia, 1952) a comienzos de los noventa. Los desorbitados y futuristas corpiños de color rosa con copas en forma de cono, que preparó para la gira Blond Ambition de la cantante, se convirtieron en un icono de la moda; también en fuente de inspiración para la botella del perfume femenino Classic, el primero que lanzó el modista francés, y que se ha convertido en un top de ventas junto a la línea masculina Le Male, una de las más vendidas entre los varones en Europa.

Tal vez haya sido el éxito de estos dos frascos, en forma de torso ambos, los que han hecho que la reconocida firma de perfumería española Puig, ahora también adentrada en el mundo de la moda, se fijara en la maison de Jean Paul Gaultier. Esta semana ambas han rubricado un acuerdo mediante el cual la firma catalana se convierte en accionista mayoritario, con el 60%, tras comprar el 45% que hasta ahora estaba en manos de Hermès, por el que ha pagado 30 millones de euros (donde se incluye el pago directo y la asunción de la deuda) y el 15% restante al mismo diseñador. El importe de la operación no ha sido desvelado.

De esta manera, los Puig, Manuel y Marc, entran de lleno en el mundo de la alta costura francesa. En el sector de la moda ya están presentes con Carolina Herrera, Nina Ricci y Paco Rabanne. Y ha sido la "creatividad" de Gaultier la que les ha cautivado. Y seguirá haciéndolo. Porque el diseñador galo seguirá al frente de la dirección creativa e imagen de la empresa, en la que se mantiene como segundo accionista. Con esta operación, se libera de las malas relaciones personales que le unían a Hermès, sobre todo con los herederos de Louis Dumas, presidente de la firma, fallecido en 2010.

La historia del diseñador que puso de moda la camiseta de rayas arranca en 1976, año en que desfiló por primera vez. Ocho años más tarde fundó su sociedad de prêt-à-porter (esta línea y sus accesorios son distribuidos en más de 50 países a través de franquicias y tiendas multimarca). Con los perfumes se atrevió en 1993, y cuatro años más tarde entró en el exclusivo negocio de la alta costura. Sin embargo, y a pesar de que Francia le reconoció su talento en 1987, concediéndole el Oscar de la Moda, en su país siempre ha sido un incomprendido.

"Le consideran un poco folclórico para los pulcros gustos parisinos, marcados siempre por el vestido negro", asegura un experto en moda que le ha tratado en varias ocasiones y ha compartido backstage, y le califica de natural, simpático, ocurrente y alejado de la pomposidad y estiramiento que acompaña a otros creadores.

Es uno de los diseñadores preferidos de la actriz española Rossy de Palma; tanto es así que ha trabajado como modelo en algunos de sus desfiles. También ha trabajado con Pedro Almodóvar, con el que aseguran que el entendimiento es perfecto, en películas como Kika. Esther García, productora de El Deseo, asegura que "es de los colaboradores con los que hemos trabajado hasta ahora más creativos y flexibles". Y califica su modo de trabajar como "meticuloso y perfecto". También destaca su sencillez y su gusto por la estética, además de su rigurosidad por cumplir los plazos.

Esta disciplina la aprendió de su abuela materna, de profesión esteticista y propietaria de un salón de belleza, donde el niño Jean Paul tuvo su primer coqueteo con el mundo de la estética, y quedaba fascinado por la transformación que sufrían las damas tras su paso por el centro. Entre cremas y secadores transcurrió su infancia, que aprovechó para dar rienda suelta a su afición por el dibujo, que le llevó a la que años más tarde se convertiría en su profesión. Sobre el papel plasmaba las imágenes de las elegantes señoras parisinas. Fue el pasaporte de entrada, con apenas 18 años y sin formación técnica sobre diseño, al taller del diseñador Pierre Cardin, que enseguida confió en él.

Aprendió el oficio de Jacques Estèrel y de Jean Patou. Cuatro años más tarde, con la técnica aprendida, decidió volar solo y presentar su primera colección de mujer, con la que definió su punto de partida en el mundo de la moda. Revolucionó el sector: en los ochenta se convirtió en un icono, al no demostrar ningún tipo de complejo con sus colecciones High Tech, Etier Papier, Paris Gaultier...

Versatilidad en los materiales

Desde entonces, combina la seda más delicada con la pieza más rústica. Recicla ropa sacada de cualquier baúl que transforma en contemporánea. Es el comienzo de una carrera en la que arriesga, innova y no deja indiferente a nadie con sus diseños callejeros. Si alguien quiere destacar, así lo hizo Madonna, se viste de Gaultier. Pero también puede crear el vestido más delicado y sensual de alta costura. Su estilo es crear tendencia.

Le gustar ser irreverente. Y no iba a dejar de serlo tampoco con la línea de hombre, que lanzó en 1984, y que bautizó con el nombre de Hombre Objeto. Con la siguiente colección dio el golpe, al poner de moda la falda entre los varones más arriesgados. También revolucionó los desfiles, al contratar a modelos poco habituales en las pasarelas, como señores mayores, damas de talla generosa, gente tatuada o con piercings.

Dos de sus muchas aficiones son el cine y la música. Se ha ocupado del vestuario de películas, además de Kika, como El quinto elemento (Luc Besson), El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (Peter Greenaway) y La ciudad de los niños perdidos (Jean-Pierre Jeunet). Con Madonna repitió en 2006, con Confessions Tour.

Con la entrada de la familia Puig en el accionariado de la firma, Gaultier estrecha sus lazos, aún más, con España. En el año 2000, recibió la Aguja de Oro en Madrid. Son frecuentes sus visitas a la capital, y hay quien asegura que es de lo más normal verle pasear por el barrio de Chueca. Ha dejado de ser enfant terrible de la moda francesa, ha madurado, pero sigue teniendo ese poso rebelde que le hace irresistible.

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