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'Glasnost' en la Reserva Federal

Hubo un tiempo en el que las cadenas de televisión especializadas retransmitían en directo la entrada de Alan Greenspan en la sede de la Reserva Federal de Nueva York. No era (o al menos no solo) ruido televisivo. Según se decía, si la cartera que acarreaba Greenspan parecía estar muy llena, indicaba que subiría tipos, pues necesitaba un arsenal estadístico para justificar la decisión. Si la cartera iba vacía, todo seguiría igual.

Gestos tan nimios como éset eran examinados por legiones de analistas, en un culto a la personalidad propio de la Unión Soviética, antes de Kruschev. "Si usted cree que ha entendido lo que yo he querido decir, entonces es que me he explicado mal', comentó que, paradójicamente, solía proclamar las virtudes de la transparencia y el libre mercado.

La historia tiende a juzgar a los grandes personajes con una severidad proporcional al fervor con el que se les aclama en su tiempo, y Greenspan no es una excepción. æpermil;l es historia, pero queda el legado de su política. Y hoy es un día importante, pues quien se sienta en su sillón, Ben Bernanke, dará una rueda de prensa tras comunicar su decisión sobre tipos. La primera en casi un siglo. Perestroika se llamó a la apertura política de la URSS, y Glasnost a la política de transparencia.

La ronda de preguntas a Bernanke, además, llega en momento de aclarar dudas. En junio termina el actual programa de estímulo mediante la compra de deuda (quantitative easing o expansión cuantitativa), y la Reserva Federal debería preparar al mercado bien para una retirada de esta política, bien para una prórroga. Eso, en un momento en el que la inflación repunta por culpa de las materias primas, la recuperación pierde fuerza y lo único que aparentemente marcha bien es el S&P 500.

Las compras de deuda suponen que la Fed inyecta dinero en el sistema comprando bonos del Tesoro. Una política que mantiene -teóricamente- a la baja el rendimiento de la deuda de referencia, y debería incentivar la toma de más riesgos. Sus efectos sobre la economía real son, en todo caso, bastante inciertos.

Las expectativas del mercado apuntan al doble lenguaje. Bernanke probablemente sugiera que terminarán las compras de deuda pero apuntará, también, que los intereses y los vencimientos de la deuda actualmente en cartera se reinvertirán en bonos del Tesoro. En paralelo, el tono no tendría por qué apuntar a nuevas subidas en los tipos de interés, dado el débil panorama de crecimiento.

Palo y zanahoria, pues, para aplacar tanto a los inversores temerosos de la inflación como a los temerosos de la recaída. Queda la duda de quién manda hoy por hoy en el mercado aunque, visto lo visto, Wall Street prefiera quejarse amargamente de la desastrosa política de la Fed y, eso sí, seguir recibiendo dinero barato. Ande yo caliente...

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