La renovación de mandato en el primer productor de uranio
Con un 95,5% de los votos emitidos, superando incluso el 91,15% obtenido en las presidenciales anteriores, en 2005, Nursultán Nazarbáyev renovaba cómodamente el pasado 3 de abril su mandato como presidente de Kazajistán. Este hecho no sorprende a nadie, ni dentro ni fuera del país centroasiático, dado que su sólido liderazgo ha eclipsado durante más de dos décadas a cualquier otro aspirante a reemplazarle.
Para entender esta realidad no hay que acudir, como hacen ahora algunos, a la tentación de comparar esta sociedad centroasiática con las de Europa Occidental en términos de estándares multipartidistas, sino que hay que detenerse primero en la idiosincrasia de aquella. Liderazgo bien asentado, más que culto a la personalidad o autoritarismo, modernización en un país inmenso aunque queden desigualdades por corregir, libertad de cultos en un escenario centroasiático amenazado por el radicalismo y la violencia y, además y a diferencia de otros países de la zona, enormes riquezas que permiten vislumbrar un buen futuro para el proyecto kazako de emerger como potencia regional y actor cada vez más global.
Los tres candidatos que rivalizaban con Nazarbáyev eran conscientes a priori de sus escasísimas posibilidades de obtener siquiera un resultado digno, y ello no porque temieran manipulaciones en el proceso electoral, sino porque conocían la actitud política de sus conciudadanos: se ha destacado en Occidente que incluso uno de ellos acabó votando por su rival Nazarbáyev, pero ello, más que quitar méritos a dicho candidato, es un botón de muestra del statu quo imperante, que se parece poco al de los en ocasiones rutinarios sistemas multipartidistas donde falta la ilusión y el compromiso.
Kazajistán está en vías de hacer el rodaje de su sistema político siguiendo la práctica universalmente reconocida y ha contado con un millar de observadores extranjeros para verificarlo. Ahora ha votado el 89,8% del electorado, frente al 76,8% que lo hizo en 2005, y con ello el plebiscito a favor de Nazarbáyev ha sido aún más contundente: la campaña para animar a la población a votar, con carteles y SMS, ha surtido efecto y la tasa de participación ha sido memorable, bien alejada del desinterés que a menudo embarga a muchas opiniones públicas de democracias largamente consolidadas.
Quizás en las próximas elecciones se reproduzca una situación parecida a esta, o quizás en ellas haya ganado más peso alguna personalidad de la oposición, sobre todo si de la práctica política del presidente que ahora renueva mandato y de la actividad de aquella se derivan tendencias a valorar una representación más amplia y menos concentrada en la figura y en el partido presidenciales, el Nur Otan o Luz de la Patria. De los tres candidatos que se han presentado ahora junto al presidente: Zhambil Akhmetbekov, dirigente del Partido Comunista Popular de Kazajistán; Gani Kasymov, líder del Partido de los Patriotas, y el ecologista Mels Eleusizov, de Tabigat (Naturaleza), este último aspiraba no a la presidencia, sino a hacer circular su mensaje.
Quizás la concienciación ecologista no alcanzará ni siquiera en años los niveles que tiene aquí en Europa Occidental, pero con un proyecto de construcción nuclear en Aktáu, los ecos del desastre de Fukushima en Japón y los ecos de las pruebas nucleares en superficie en la lejana época soviética -realizados en el polígono de Semipalátinski- no sería raro que en algunos años Kazajistán, primer productor mundial de uranio, empiece a ver cómo la concienciación ecologista si empieza a asentarse en el doble marco de una imparable renovación generacional y de una apertura al resto del mundo propiciada en buena medida por los éxitos internacionales del propio Nazarbáyev.
Carlos Echeverría Jesús. Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED