Los mercados fustigan otra vez a España
Pese a los esforzados intentos de los Veintisiete de dar por zanjada la crisis de deuda pública en Europa, el fantasma de la desconfianza soberana sigue cebándose en el Viejo Continente y, a modo de temible tormenta perfecta, amenaza con expandirse también a EE UU. En una jornada verdaderamente aciaga, que se inició ensombrecida por la delicada situación portuguesa y los rumores sobre una supuesta petición de reestructuración de la deuda griega, España acusó de lleno el peso de la creciente tensión en los mercados. La prima de riesgo se disparaba hasta superar los 230 puntos, el rendimiento exigido al bono a 10 años alcanzaba su precio más alto desde la puesta en circulación del euro y el Tesoro se enfrentaba de nuevo -y con escaso éxito- al veredicto de los inversores. En vísperas de la subasta de obligaciones de mañana, el organismo público logró únicamente colocar 4.659 millones de euros en letras a 12 y 18 meses, es decir, en la parte baja del rango previsto y a un precio mayor del esperado. Poco después, Standard & Poor's comunicaba la puesta en vigilancia negativa del rating de EE UU y ponía así otra guinda a la jornada que sumar a las dudas generadas por el giro euroescéptico finlandés. La noticia de que la triple A de la mayor economía puede peligrar provocó caídas generalizadas tanto en las principales plazas europeas -el Ibex perdió más de un 2%- como en Wall Street.
Cuando parecía claro que los inversores habían comenzado a diferenciar la solidez de la economía española frente a la lusa, la irlandesa o la griega, lo ocurrido ayer demuestra no solo la fragilidad de esa lectura, sino también -y sobre todo- del tímido proceso de recuperación de confianza que España había comenzado a obtener de los mercados. De poco han servido las buenas palabras y los elogios del Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyo responsable en Europa calificaba hace escasos días el ejemplo español de "modelo a seguir" y aseveraba que el respiro dado a la deuda española por los inversores revelaba que "los mercados reaccionan cuando un país consigue poner en orden sus políticas". El resultado de la subasta de letras celebrada ayer, que arrancaba con la particularidad de ser la primera tras la subida de tipos del BCE, unido a la desbocada escalada del riesgo país, pone en cuestión ese análisis y demuestra, una vez más, que el esfuerzo realizado hasta el momento, aunque necesario, no es suficiente.
Las declaraciones en contra de los rescates financieros por parte del líder de la nueva y antieuropeísta tercera fuerza política finlandesa y el serio toque de atención de Standard & Poor's a la economía estadounidense son dos elementos que apuntan a que, lamentablemente, la crisis de la deuda está lejos de cerrarse. No se puede decir que la decisión de la agencia de rating sobre EE UU sea sorprendente, vista la evolución del déficit y el endeudamiento del país y tras las reiteradas advertencias de las últimas semanas sobre el grave riesgo que ello supone para el equilibrio económico mundial. Pese a ello, la decisión de Standard & Poor's ha tenido como primer efecto un recrudecimiento de la tensión sobre la deuda de los países periféricos y un castigo a España, cuya deuda acusa de nuevo la tensión. En este escenario, la posibilidad de una petición para reestructurar la deuda griega podría llevar hasta el 6%, según los expertos, la rentabilidad exigida al bono español.
No hay recetas mágicas ante una situación como esta. El camino de reformas emprendido por España es la única fórmula a seguir para avanzar en la recuperación de la precaria e inestable confianza de los mercados. Pese a que en esa senda juegan también otros factores, tal y como volvió a ponerse de manifiesto ayer, el Gobierno español debe seguir apostando por el rigor y la austeridad en su política económica y presupuestaria. Una apuesta en la que no se debería descartar la conveniencia de ahondar en más reformas, tal y como el FMI recomendaba hace unos días a España y en contra de la opinión del Ejecutivo, que considera suficiente el esfuerzo realizado hasta el momento. A la vista de la agitación que recorre los mercados, ese esfuerzo debe mantenerse y aumentarse. La subasta de obligaciones que celebra mañana el Tesoro dará la medida de hasta qué punto España necesita todavía sudar su camiseta.