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Columna
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El liderazgo de Glencore se tambalea

La oferta pública inicial de Glencore fue discutida durante años. Entonces, ¿por qué da la sensación de que se hizo en el último minuto? El comerciante suizo de materias primas tiene que poner contra las cuerdas a un presidente independiente para seguir adelante con el anuncio de salida a Bolsa de entre 9.000 y 11.000 millones, que debería tener impacto en Londres y Hong Kong a mediados de mayo. La compañía necesita demostrar que las decisiones de su gobierno corporativo van más allá de una ocurrencia de última hora.

Saber quién preside esta empresa supone un gran problema. Su presidente ejecutivo, Ivan Glasenberg, un agresivo excorredor, es uno de los mayores accionistas del grupo. Durante años ha dirigido Glencore como una asociación privada muy unida. Ahora necesita alcanzar un mayor equilibrio, para lo que necesita a una persona de fuera de la empresa. Con Glencore aún como propietario, los accionistas externos quieren ver a un presidente fuerte y estable como salvaguarda de sus intereses.

Es asombroso que tarden tanto en llenar ese hueco. En su defensa, Glencore argumenta que el candidato había sido elegido. Los bancos de asesoramiento -Citi, Morgan Stanley y Credit Suisse- acordaron por unanimidad seguir adelante. Es mejor un incómodo retraso hasta el nombramiento del presidente que precipitar el acuerdo y que lo firme la persona equivocada. ¿Por qué el presidente no estaba ya elegido? Una razón podría ser que Glasenberg no se dio cuenta de lo complicado que sería encontrar un buen candidato con capacidad para ejercer como contrapeso al consejero delegado al mismo tiempo que se consolidara como su aliado.

La explicación más preocupante sería que Glencore no tuvo en cuenta que la gobernanza en la élite de las corporaciones constituye un aspecto fundamental en la valoración de una empresa. Dejó en un segundo plano la relevancia de contar con un presidente carismático. La compañía nombrará a su nuevo líder el 17 de abril, incluso antes. Si los inversores están por asumir esta debacle como principal razón para pagar menos a sus accionistas, debe ser un verdadero peso pesado.

Por John Foley

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