Alierta hace los deberes
Soplan nuevos tiempos en Telefónica.
Tiempos de cambio y con decisiones nada fáciles para un presidente, César Alierta, que ha querido siempre tratar con preferencia a los accionistas minoritarios, a los pequeños, a aquellos que no entran y salen de los valores, sino que están, y que a veces ya no pueden ni calcular sus plusvalías porque han olvidado el precio al que compraron.
A ellos ha estado dedicada la última década de fuertes subidas del dividendo, siempre con alzas superiores a los dos dígitos salvo la prevista para 2012. A ellos y también a los grandes inversores, que ven en el dividendo el termómetro de la solidez financiera de una empresa. Sobre todo en los últimos años, subir el dividendo ha sido sinónimo de alegrías en Bolsa, de capacidad de sobreponerse a la Gran Recesión.
Pero todo camino tiene su final. Hace ocho años, Telefónica pagaba 0,25 euros por acción de dividendo anual. Este año abonará 6,4 veces más que esa cifra, 1,60 euros. Según las estimaciones, honrar este compromiso le supondrá destinar a ello el 86% de su beneficio. Para 2012, este porcentaje se disparará al 91%.
La carrera, por tanto, se ha terminado. Telefónica ha tenido que elegir entre mantener el incremento del dividendo y condenarse a no invertir y a perderse por ello el crecimiento futuro, o contener la subida y darse flexibilidad para explorar los caminos tecnológicos y de innovación que se abren ante ella y que, así es la vida, cuestan dinero.
Alierta ha hecho los deberes. Telefónica necesita fondos para invertir, para cimentar su porvenir, y un dividendo creciente hasta el infinito le estaba atando las manos. Pero, como toda persona con hijos o con los años de estudio recientes sabe, hacer los deberes a veces duele, no siempre es fácil y supone renunciar a algo que, con toda probabilidad, apetece más. Simplemente, hay que hacerlo. La subida en vertical ha terminado. A partir de 2012, el compromiso se limita a repetir los 1,75 euros.
Esta cifra es un mínimo, pero también lo era como objetivo para 2012 y al final ha quedado férreamente amarrado como número absoluto. Nadie pensaba que Telefónica lo fuera a subir y no va a hacerlo. Para el resto de los años, ya se verá. Telefónica se ha dado a sí misma la capacidad de elegir, de decidir según los acontecimientos, de no condenarse a dos años vista a un crecimiento que puede terminar ahogándola.
Y sobre todo con las previsiones que hay para los próximos años. La tasa media de crecimiento anual que Telefónica prevé hasta 2013 oscila entre el 1% y el 4%, así que no contempla crecer más de lo que lo está haciendo ahora. A eso se suma un deterioro de los márgenes de rentabilidad y la intención de invertir 27.000 millones entre 2011, 2012 y 2013.
Con poco crecimiento y menos rentabilidad se reduce la caja y con ese nivel de inversiones un dividendo creciente era una condena de la que Telefónica acaba de deshacerse. Eso no quiere decir que la operadora vaya a dejar de ser una de las que más paga. El esfuerzo destinado a dividendos seguirá siendo elevado.
También se ha dado más flexibilidad. Las recompras de acciones como extra al pago de dividendo han terminado, pero Telefónica se ha guardado la posibilidad de abonar parte de los 1,75 euros prometidos a partir de 2012 en forma de recompra de acciones. Eso perjudica a los accionistas minoritarios, que recibirán menos efectivo por sus acciones, pero beneficia a los grandes fondos, a los que mueven la Bolsa y a sus siempre caprichosos deseos. Ahora está de moda el dividendo, pero ¿quién sabe lo que querrán en 2013?
Con estos mimbres, Telefónica se está preparando para un futuro de negocio que será muy diferente del actual. Habrá mucha inversión en redes, tanto fijas como móviles, pero eso será solo la base. Se necesita más capacidad para un escenario de revolución de los servicios, con productos desconocidos e innovadores. Y Telefónica no quiere perdérselo.