La importancia del eje China-Latinoamérica
Fusang es el nombre de la región a la que el monje chino Hui Shen llegó alrededor del año 500 y que el sinólogo francés De Guignes dijo que era la costa del norte de México. Como se sabe, esta teoría ha sido rechazada. Así como también se sabe que muchos años y varias reformas de la mano de Deng Xiaoping tuvieron que pasar para que China y Latinoamérica comenzaran a estrechar relaciones a finales de 1970. Desde esa época, probablemente guiados por un pragmatismo económico, la mayoría de los países latinoamericanos ha aceptado e incluso apoyado a China en su crecimiento y desarrollo en los últimos años.
Es luego, a mediados de la década de 1990, cuando los flujos de comercio entre estas dos regiones emergentes empiezan a florecer. Desde 1995 a 2009 las exportaciones latinoamericanas a China crecieron 19 veces y las exportaciones de China, unas 32 veces (¡un promedio de 135% y 228% por año respectivamente!). En 1995 había superávit para Latinoamérica, pero actualmente existe un déficit con China de unos 30 billones de dólares, básicamente por México y el Caribe. Suramérica ha disfrutado de superávits hasta hace poco, pero la balanza actual es equilibrada.
¿Por qué es China-Latinoamérica importante? Porque el flujo de comercio entre estas dos regiones emergentes es similar al que existía entre Japón y la Unión Europea hace una década. Y si sigue creciendo a ritmos similares se puede transformar, en los próximos años, en un cuarto eje de comercio que complemente a la tríada (Norteamérica/USA-Japón/Tigres asiáticos-Unión Europea). También, este crecimiento es evidencia del cambio que se está dando en la economía mundial, donde los mercados emergentes están teniendo cada vez más peso. Esto se puede ver en el hecho de que el G-20 haya reemplazado al G-8 como el ámbito de cooperación económica mundial. También es importante en términos de inversión extranjera. Por un lado, se espera que por primera vez en 2010 o 2011 los países emergentes reciban más inversión extranjera que los países desarrollados. Por otro lado, el stock de inversiones chinas en Latinoamérica se estima en unos 42 billones de dólares y se espera que en 2015 supere a España como uno de los principales inversores extranjeros en la región. La mayoría de estas inversiones son en infraestructuras que tienen como objeto mejorar el tránsito de materias primas hacia China, pero también recibir los productos que se exportan desde el país asiático. Incluso se está hablando de construir en Colombia un competidor del Canal de Panamá financiado por China.
¿Qué se puede esperar en los próximos años? Primero, los flujos de comercio hacia Latinoamérica sugieren que en el corto o mediano plazo empresas chinas continuarán invirtiendo en la región, especialmente en los últimos eslabones de sus cadenas de valor para adaptar sus productos a estos mercados; América Latina es un mercado muy atractivo con 600 millones de consumidores. Un ejemplo de esto es Chery, la automotriz de la provincia china de Anhui, que ha comenzado a ensamblar su modelo QQ en Uruguay junto a socios locales.
Segundo, algunas empresas latinoamericanas están también invirtiendo en China para aprovechar su mercado doméstico (aunque todavía en menor medida que sus contrapartes asiáticas). Ejemplos de esto son las brasileñas Embraer y Marcopolo, o la argentina Arcor.
Tercero, este nuevo eje de crecimiento económico presenta oportunidades para las empresas europeas, especialmente españolas y portuguesas, con grandes inversiones en Latinoamérica pero con una pequeña o casi nula presencia en China. Un ejemplo de esto es la reciente asociación de la española Repsol YPF con la china Sinopec para desarrollar reservas de petróleo encontradas en Brasil. En otras palabras, la relación entre China y Latinoamérica va en camino de convertirse en el eje de los mercados emergentes.
Gastón Fornés. Profesor de Esic