Cáceres estrena un nuevo y refinado monumento
El restaurante Atrio se muda a un imponente hotel con 14 habitaciones.
Atrio es mucho más que Atrio. Al reconocido restaurante, dos estrellas Michelin, que desde hace más de dos décadas ha convertido a la ciudad de Cáceres en un referente gastronómico mundial, se le suma ahora un imponente hotel boutique. Que nadie se lleve a engaño, no es un hotel cualquiera, es el sueño de sus dos propietarios: el chef, Toño Pérez, y el jefe de sala y anfitrión, José Polo. Toda una vida de ilusión y siete años de complicada ejecución del proyecto han tenido un final feliz: un refinado edificio, un monumento más dentro del casco histórico de la ciudad.
Hoy la pareja respira satisfecha: "Siempre hemos querido tener un espacio donde recibir, mimar y hacer vivir una experiencia única a nuestros clientes". Pero lo que deberían plasmar algún día, en algún escrito, son las divertidas anécdotas que encierra la obra de este edificio, que cuentan con mucha gracia. O el rocambolesco traslado manual de uno de sus tesoros, la bodega, más de 35.000 botellas.
El diseño fue confiado al estudio de Mansilla y Tuñón -Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla (Premio Nacional de Arquitectura 2003 y Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea Mies van der Rohe 2007)-, y ha sido decorado con más de un centenar de obras originales de artistas contemporáneos, otra de las grandes pasiones de los dueños.
Que el viajero no se alarme si descubre que frente a su cama, sobre la pared de roble lacado en blanco, contempla un Andy Warhol, una obra de Antonio Saura, Tàpies, Baselitz, Höfer, Gerardo Rueda o Thomas Ruff. O si sobre el negro granito de la habitación encuentra otra joya: la lámpara cesta de Miguel Milá, pionero del diseño español de los cincuenta. El mobiliario, de factura danesa, cuenta con sillas de Nanna Ditzel y Hans Wegner, sofás de Erik Jorgensen o lámparas de Arne Jacobsen. Son detalles que elevan a este lugar al máximo refinamiento hotelero. Lujo sencillo, sin oropeles.
El exterior admite pocos reproches. Desde un espectacular ático, con dos pequeñas piscinas para que el viajero pueda refrescarse a la vez que tomar una copa, se disfruta de una panorámica de la ciudad monumental, de la sierra de Gredos y el castillo de Montánchez. En su exterior conserva la fachada original de una casa familiar, con muros de mampostería (algunos del siglo XVII), vanos y elementos restaurados que se confunden con el entorno histórico. Dispone de nueve habitaciones dobles y cinco suites (entre 240 a 450 euros); las amenities del cuarto de baño incluyen higo extremeño y han sido preparadas por la boutique italiana La Bottega dell'Albergo; las toallas y sábanas, estas elaboradas con 500 hilos de algodón peinado, son de la firma milanesa Frette.
El pilar sobre el que gira el hotel, y el lugar idóneo para abandonarse al placer es el restaurante, donde la luz envuelve al comensal. Sobre la mesa, el arte de Toño Pérez se refleja en unos menús que van de los 89 a los 109 euros, donde la despensa extremeña es la gran protagonista. Navaja con loncheja ibérica, criadillas de tierra con pasta y hongos, careta de cerdo ibérico con cigala, pluma ibérica con melocotones salteados, hasta el helado de torta de casar en contraste con el membrillo. www.restauranteatrio.com.
Un vino de 150.000 euros
La bodega de Atrio está considerada como una de las mejores del mundo. El cliente puede visitar este sótano, que impresiona. Se trata de una estancia circular donde descansan, en cajas de roble, unas 35.000 botellas de 3.000 referencias de 20 países. En un habitáculo bautizado como la Capilla Sixtina se encuentra la colección Château d'Yquem, con un caldo de 1806 de 150.000 euros.