ADN empresarial
Pertenece a una saga de empresarios. Ha estudiado en Harvard, aunque la familia ha sido la mejor escuela. Puig aspira a comprar la firma francesa Jean Paul Gaultier.
Su tatarabuelo era empresario en Olot, y el bisabuelo, y así hasta la quinta generación que él representa. Una saga que vive por y para la empresa. Marc Puig Guasch asumió la presidencia ejecutiva de Puig en 2007. Su misión: recoger el testigo de la generación anterior y multiplicar el proyecto para traspasar el legado a la siguiente. En ello está. Puig puja por el 45% que Hermès tiene en la firma francesa de alta costura Jean Paul Gaultier. Una oportunidad para escalar posiciones en el ranking de los conglomerados del lujo.
Todo empezó con un lápiz de labios. En 1914, Antonio Puig, habitual de los círculos artísticos de su época, había creado una firma de distribución de productos de belleza. Ocho años después lanzó Milady, el primer carmín fabricado en España. Finalizada la Guerra Civil, lanzaría su producto estrella, Agua Lavanda Puig. Romero, lavanda, espliego y limón del país, como exigía la política de autarquía de la época. Puede que el fundador no imaginara entonces que aquella pequeña empresa que ganó su primer millón de pesetas en 1932 llegaría tan lejos. Sus cuatro hijos -Antonio y Mariano, perfumería; José María, diversificación, y Enrique, relaciones institucionales- la transformaron en un imperio, con marcas como Paco Rabanne, Carolina Herrera y Nina Ricci y cuyos productos se hallan en más de 130 países.
Pasaron por la universidad, escuelas de negocios, asistieron a seminarios, pero lo más importante lo aprendieron en el comedor de casa, cuando su padre les contaba sus problemas, sus fracasos y sus éxitos. Allí nació la vocación empresarial, confesaba Mariano Puig Planas, padre de Marc, en unas jornadas del Instituto de Empresa Familiar, en cuya fundación participó la familia. Vocación que han transmitido a la siguiente generación. Puig ha superado la prueba del relevo generacional, el gran desafío de la empresa familiar. Un íntimo amigo, empresario familiar, decía: la mejor solución a la sucesión es la defunción. Siete años tardaron los Puig Planas en prepararse para evitar que eso sucediera. Llamaron a tres miembros de la tercera generación que habían demostrado dotes de excelentes ejecutivos y a un profesional no familiar y les invitaron a elaborar un plan a 10 años, en el que detallaran qué querían para la compañía y cómo conseguirlo. En 2004 se produjo el relevo en la cúpula de la empresa. Los primos Marc Puig Guasch y Manuel Puig Rocha -se llevan unos meses y estudiaron juntos la carrera-, fueron nombrados consejeros delegados. Tres años después, el primero era nombrado presidente; el segundo, vicepresidente.
Marc Puig es el cuarto de los cinco hijos de Mariano Puig y María Guasch Julià. La madre es también miembro de una empresa familiar de tejidos catalana. Marc, de 49 años e ingeniero industrial, empezó desde abajo en la empresa familiar, como su primo y su hermano Mariano, consejero delegado de Isdin. Con 27 años, Marc Puig consiguió una beca Fulbright y se fue a estudiar a Harvard, donde se graduó en Administración de Empresas. Allí le sorprendió que en el currículum de ese máster no hubiera ningún curso dedicado a la empresa familiar. De modo que unas 20 personas, pertenecientes a empresas familiares, y con edades parecidas, pusieron en marcha el Harvard School Family Business Club. Cada dos semanas un consultor les daba clases gratis en cuestiones de compañía familiar.
Finalizada su formación, Marc llamó a la familia para anunciarles que había fichado por una empresa líder en el mundo en estrategia, pero en la sede le dijeron que debía regresar para sustituir a una persona que se jubilaba. Trabajó cinco años como adjunto al director general de Antonio Puig SA y como director de I+D y nuevos productos. En 1995, la compañía le mandó a Nueva York a dirigir las sociedades del grupo en EE UU. En el competitivo mercado americano hizo un "trabajo excepcional", declararía su orgulloso padre. Mariano Puig ha sido su referente. En aquellas jornadas del IEF, Marc recordaba cuando su padre le decía: "Llevo muchos años, ha habido momentos en que nos preocupaba si íbamos a pagar la nómina y hoy no quiero asumir riesgos", y él no entendía cómo alguien que se fue a EE UU con una mano delante y otra detrás a vender productos españoles en el mercado americano le ponía trabas, cuando él y sus tíos fueron los primeros en asumir riesgos. La generosidad ha sido una valiosa enseñanza.
Fuera de la familia, es considerado un gran profesional. "Es muy prudente, muy serio e inteligente. Un gran gestor", señala Leopoldo Rodés, presidente de honor del IEF, en cuyo consejo se sienta Marc Puig. Meticuloso y reservado. No tiene inconveniente en contar su experiencia empresarial a los alumnos de las escuelas de negocios, otra cosa es aparecer en los medios. La discreción es una de las señas de identidad de la familia.
Casado y con dos hijos, el primer ejecutivo de Puig es un hombre muy deportista. La firma está vinculada históricamente a las regatas. Su tío, Enrique Puig, fallecido en 2008, fue uno de los promotores de la Copa del Rey de Vela y la firma patrocinaba el barco Azur de Puig. El próximo julio se disputará la IV edición de la Regata Puig Vela Clásica de Barcelona.
Es también un buen esquiador, de agua y de nieve, juega al tenis y monta en bicicleta. Ha vivido en un ambiente cultural, sus padres son mecenas de la Fundación Albéniz y él es coleccionista de arte. En el mundo competitivo en el que se desenvuelve adquiere valor el testamento del abuelo y fundador de la compañía: la unión será vuestra fuerza.