Los últimos deberes de Zapatero
Era solo cuestión de tiempo que Portugal se dirigiera a la Unión Europea para solicitar ayuda financiera. La verdadera preocupación de la eurozona es si España será la siguiente. Aunque el país se ha alejado de los problemas que aquejan a los países periféricos, no está del todo fuera de peligro. Después de anunciar que no se postulará para un tercer mandato el año que viene, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ahora tiene libertad para hacer lo correcto.
En los últimos meses, los inversores se han convencido de que España es diferente a Portugal, Grecia e Irlanda. A diferencia de los rendimientos adicionales de Portugal, los diferenciales de la deuda pública de España se han reforzado en las últimas semanas respecto a los bonos alemanes. El Gobierno está cumpliendo con sus objetivos de reducción de déficit, ha puesto en marcha reformas estructurales y está obligando a sus bancos con problemas a recaudar más capital. La deuda del país respecto al PIB, que el Gobierno espera que se estabilice en el 70%, está muy por debajo de la media de la zona euro.
Sin embargo, no es momento para la complacencia. Si la zona euro retorna al nerviosismo, España será el primero en la línea de fuego. El desempleo alcanza el 20% y las subidas de interés afectarán a las hipotecas, de las que más del 90% tienen un tipo variable.
Rodríguez Zapatero debe dedicar sus últimos meses a impulsar más reformas. Los progresos en materia de pensiones y mercado laboral van en la buena dirección, pero serán necesarias más medidas, como la negociación colectiva.
Zapatero también debe garantizar que las comunidades autónomas cumplan sus objetivos de déficit, una hazaña que se puede complicar por las elecciones de mayo. Algunas regiones, como Cataluña, se enfrentan a recortes especialmente duros, y hay indicios de que tratará de llegar a un nuevo pacto presupuestario con el Gobierno. Este ha recorrido un largo camino para poner en orden su sector financiero. Sin embargo, el mercado cree que la recapitalización de los bancos costará más de 15.200 millones de euros al Banco de España. Cuanto más tiempo tarde el Gobierno en admitir esto, más tardará en disipar la incertidumbre. La razón por la que los inversores aún no se han abalanzado sobre España es que confían en que el país hará todo lo necesario para poner sus finanzas en orden. Pero los mercados pueden ser caprichosos. Cualquier señal de vacilación podría ser peligrosa.
Por Fiona Maharg-Bravo