Tercera economía periférica del euro que se entrega
Portugal sigue la estela de Grecia, incapaz de controlar el gasto, y de Irlanda, a la que arrastraron sus bancos.
Tercera víctima de la pesada carga del déficit y deuda públicas en Europa. Tras Grecia e Irlanda, Portugal admitió ayer que precisa del rescate financiero de sus socios comunitarios y del Fondo Monetario Internacional. Tras resistirse reiteradamente pese a la presión inmisericorde de los mercados de deuda y a disponer ya de dos severos recortes de gasto público e inmerso en una enconada crisis política (con un Gobierno en funciones y con elecciones generales convocadas para el 5 de junio), Lisboa admite que precisa de la ayuda exterior. Ayer, curiosamente, había logrado colocar deuda a corto plazo con abultada demanda, pero, eso sí, con unas rentabilidades abusivas.
La primera víctima de la crisis de deuda entre las economías periféricas de la zona euro fue Grecia, que reclamó la ayuda tras un rosario de engaños sobre su verdadera situación fiscal a la Unión Europea, y lo hizo cuando prácticamente no se había constituido ni siquiera un mecanismo reglamentario de ayuda. Con un sistema fiscal muy endeble y con una economía sin fuentes sólidas de crecimiento, el Gobierno griego fue víctima en buena parte de la herencia de su antecesor, y desató una oleada de confrontación social en el país heleno de proporciones desconocidas. Además, el rescate griego puso en duda la construcción europea y la moneda única, y desató un creciente euroescepticismo en los países centrales de la zona que soportan el peso del Presupuesto comunitario.
Tras Grecia en la primavera, le llegó el turno a Irlanda en el otoño pasado, con un Presupuesto público contra las cuerdas por la necesidad insaciable de sus bancos de ser recapitalizados. El crecimiento desmedido del sistema financiero irlandés, con recurso a financiación externa y con altísima exposición al crédito inmobiliario, ha provocado que todas las firmas bancarias de la isla hayan sido nacionalizadas, tras admitir hasta hace unos meses que la banca estaba sana y no precisaba de ayuda pública.
En el caso de Portugal, que podría precisar una inyección de cerca de 80.000 millones de euros (la factura financiera de este año), es la falta absoluta de crecimiento la que ahoga sus finanzas.