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Análisis

Zapatero y la economía nunca se llevaron bien

Zapatero, ayer en la reunión del Comité Federal del PSOE.
Zapatero, ayer en la reunión del Comité Federal del PSOE.

Todo el mundo sabía que Zapatero no se presentaría a las elecciones generales de 2012, porque los gestos, las insinuaciones políticas y las medias palabras de los últimos meses lo habían hecho bastante explícito.

Da igual qué circunstancia le ha llevado hasta esta decisión, aunque más parece haber pesado la pérdida del respaldo ciudadano reflejado en las encuestas que convicciones propias sobre la limitación de los mandatos a las que ha hecho alusión en su discurso ante los miembros del comité federal del PSOE.

Lo importante es que despeja la primera de las incógnitas políticas que tenía la izquierda en España y la ciudadanía en general sobre el panorama político (aunque en el PSOE se generen incógnitas nuevas), y ayuda a despejar el itinerario de las decisiones que más directamente han de afectar a la economía.

Zapatero no ha sido un buen gestor de la economía. Y fue crecientemente más desafortunado cuando decidió tomar personalmente las riendas de la política económica y pasar a la reserva a Pedro Solbes, que para lo que después surgió (crisis fiscal y presión inmisericorde de los mercados sobre las emisiones de España) habría servido de parapeto político por su experiencia y por sus propias creencias.

No olvidemos que fue el propio Solbes quien comenzó a meter en cintura el gasto público en España en los noventa, para que Rato pudiese culminar el control del presupuesto y facilitar la entrada en el euro. Colocar a la obediente Elena Salgado al mando del buque cuando más empinadas eran las olas sólo sirvió para enfurecer más al océano.

El viraje a una política de gasto a espuertas y a cualquier precio, en la fe ciega de Zapatero de que había una salida social a la crisis y que en absoluto deberían ser los trabajadores y su bien más preciado (el empleo o la protección por desempleo) quienes pagarían la recesión, así como la renuncia a una serie de reformas que reclamaba toda la doctrina y todas las instituciones internacionales para combatir la destrucción de riqueza y un modelo de crecimiento económico agotado, han llevado al propio Gobierno a perder el control de la política económica. Zapatero es un hombre para otras circunstancias.

Nunca se ha llevado bien con la economía, una cuestión que ha tumbado a muchos gobiernos desde que arrancó la crisis y que no se aprende en un par de tardes.

El severísimo toque de atención de los mercados en la primavera de 2010 provocó el mayor ajuste de gasto que se recuerda en España, así como poner la política económica a disposición de las autoridades comunitarias y los mercados financieros, que han ido comprobando como mes a mes, aunque de forma tímida, el Gobierno de Zapatero iba renunciando a sus principios y poniendo en el BOE reformas de las que siempre había renegado.

Bienvenidas sean, aunque sean alicortas para el vuelo que precisa la economía española. En todo caso, esas reformas le han costado a Zapatero el crédito que tenía entre su electorado, y las encuestas le han enseñado la puerta de salida.

Su empeño en terminar las reformas es de agradecer, como de agradecer es que en teoría ha terminado encajando la necesidad de dar un vuelco al modelo de crecimiento de este país, aunque el tiempo de maduración que precisan para dar réditos a la economía es tan largo que impedirá que el Partido Socialista pueda recomponer la figura electoralmente. No tiene pinta de que quien suceda a Zapatero en el PSOE tenga el convencimiento que se precisa para hacer las transformaciones que la economía española necesita y en la profundidad que se necesita. Pero en todo caso, debería ser alguien (Rubalcaba, Madina, Chacón, Fernández Vara...) con más convicción que el actual secretario general del partido para convencer al electorado socialista y al resto de los españoles de la necesidad de los cambios. En eso Zapatero ha fracasado. Le ha ido bien cuando todo iba bien.

Pero sus ocurrencias para cuando todo iba mal, no es lo más adecuado para darle la vuelta a la situación. Además de crédito interno, ha perdido también el externo, con unos mercados financieros, quienes a fin de cuentas financian el crecimiento y la deuda pública y privada de España, que le han puesto la proa desde hace varios trimestres.

Curiosamente, cuando más castigaban los mercados a España, más caída Zapatero en las encuestas, porque el castigo eran pérdidas para el patrimonio de los ahorradores e inversores españoles. Una pena que haya arrastrado a un equipo económico que estaba razonablemente bien armado, con Salgado, Campa y Ocaña, y con el refuerzo de Fernández Ordóñez en el Banco de España.

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