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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Movilizar el dinero de la seguridad al riesgo

La Contabilidad Nacional constata que los hogares mantienen una tasa de ahorro sobre su renta disponible bastante elevada para lo que es tradicionalmente normal en España. En concreto, en 2010 las familias ahorraron el 13% de la renta generada, y más del 19% en el cuarto trimestre (el cobro de la paga extraordinaria de diciembre engorda artificialmente tanto la renta como el ahorro), cuando históricamente se mueve en tasas que rondan el 10% o el 11%. Y aunque se ha producido ya una relajación en el comportamiento financiero de estos agentes económicos, con un descenso importante sobre los máximos porcentajes de renta destinado al ahorro en 2009, cuando se acercó a uno de cada cinco euros, persiste el temor a la crisis. Desde que se inició la destrucción masiva de empleo, allá por el final de 2008, los españoles han pensado dos veces todas y cada una de sus decisiones de gasto, sean de consumo o de inversión, y han estirado de manera natural su propensión al ahorro por el simple temor que genera una expectativa negativa sobre la evolución de la economía.

Esta especie de actitud preventiva de la ciudadanía genera lentamente un activo muy potente para la economía, cual es la acumulación de recursos disponibles para la inversión futura, sin necesidad del recursos al endeudamiento, que en los últimos lustros ha sido la práctica habitual y ha llegado a bloquear las decisiones de los hogares y las empresas. Lógicamente, a este tirón del ahorro ha contribuido de forma determinante el comportamiento del sector financiero. Obligado por la sequedad de la liquidez en los mercados interbancarios, han comenzado a elevar la remuneración del ahorro de los particulares, reactivando el que siempre fue su mercado primario de captación de financiación. Ahora, en plena resolución de la crisis bancaria en España, las entidades más poderosas están forzando la máquina con ofertas de depósitos a plazo muy atractivas para robar terreno a las entidades con menos holgura financiera, así como para cubrir sus necesidades de financiación. La pelea no es de ahora, y en buena parte este episodio es solo la continuación del abierto el año pasado, y que ahora precisa su renovación en las redes bancarias.

Todos los depósitos de los españoles suman una cifra muy parecida a su endeudamiento. Por tanto, una buena remuneración sobre los depósitos bien puede convertirse en una fuente generosa de creación de capital financiero que engorde la renta disponible. Pero el dinero está y lo está de manera creciente y preventiva en depósitos por la falta de visibilidad para aventuras más arriesgadas. Las compras de bienes de consumo duradero (automóviles, electrodomésticos, etc.) han registrado caídas de ventas muy fuertes en los últimos años; pero desde luego ha sido la adquisición de activos inmobiliarios o financieros lo que más se ha resentido como consecuencia de las certezas que los hogares exigen para embarcarse en el riesgo. Es una consecuencia directa de la crisis económica, pero a su vez solo su superación servirá para volver a un crecimiento económico consistente.

La variable más determinante de la economía sigue siendo el crecimiento. Pero no habrá una recuperación de la producción sin que se recomponga primero algo tan intangible como la confianza y las expectativas. Y para ello España, que no puede utilizar el viejo truco de la devaluación competitiva de su moneda, no tiene otro remedio que flexibilizar sus mercados para hacer más competitivos sus costes. Pero más allá de recuperar cuotas de poder en los mercados internacionales, que se antoja algo reservado casi en exclusiva a los países emergentes que producen más barato, tiene que buscar cómo recompone las bases del crecimiento interno para poder absorber la descomunal cantidad de desempleados que tiene.

Hacer todas y cada una de las reformas a las que se ha comprometido el Gobierno, y hacerlas en una profundidad mayor a la que contiene su diseño inicial, desde el sistema financiero hasta el mercado energético o el laboral, la fiscalidad empresarial o la determinación de los salarios, es imprescindible para retornar, con la lentitud que requiere una economía tan castigada como la española, a un crecimiento suficiente como para generar riqueza para toda la población y equidad en su reparto.

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