Portugal, a un escalón del bono basura
Apenas 24 horas después de amenazar con un nuevo recorte, Standard & Poor's ha hecho efectiva su amenaza. La nota de Portugal baja otro escalón y ya solo está a un peldaño de que su deuda entre en la categoría de bono basura. Mientras tanto, la prima de riesgo roza el 8%.
Cuarto recorte que sufre Portugal en una semana y segundo por parte de Standard & Poor's. El acoso contra la deuda lusa se intensifica y el bono basura está a un solo paso. Una calificación que equivale a que la deuda vecina sea considerada una "inversión cuestionable" solo apta para inversores especulativos, entrar en esta categoría puede estar cerca. La agencia de calificación mantiene al país en perspectiva negativa, es decir que en breve llegarán más malas noticias.
La agencia ha justificado la decisión tomada en que "el panorama negativo" y la actual crisis política deteriore aún más el panorama macroeconómico, impidiendo el cumplimiento de los ajustes presupuestarios. La "creciente hostilidad de la opinión pública" y y el debilitamiento de la demanda interna también han sido utilizadas para argumentar esta nueva degradación.
El rescate cada vez más cercano
En este caso parece que la historia está abocada a repetirse. La rentabilidad exigida al bono portugués a 10 años roza ya el 8%, un nivel que antes habían tocado ya Grecia e Irlanda. Días después de alcanzar esta barrera, ambos estados tuvieron que solicitar el temido rescate. Es decir, se vieron obligados a asumir dolorosos recortes que no habían fijado anteriormente a cambio de recibir importantes préstamos bilaterales concedidos por el Fondo de Estabilidad de la UE y el FMI. La pregunta que surge ahora es, ¿cuándo se anunciará?
Si se toma como modelo el caso griego, la solución podría llegar de forma inminente. El primer ministro heleno, Yorgos Papandreu, decidió solicitar la activación del mecanismo de rescate el 23 de abril de 2010, justo dos días después de que su prima de riesgo alcanzase el 8,093%. Eso sí, el Eurogrupo no aprobó de forma definitiva conceder la ayuda de 100.000 millones de euros (de los cuales 30.000 fueron aportados por el FMI) hasta el 3 de mayo. Entonces la rentabilidad ya sobrepasaba el 9%. Días después se consiguió reducir hasta el 7,2%, un espejismo fugaz, desde entonces la escalada ha sido imparable. Hoy los inversores exigen a Grecia un 12,643% por comprar letras con vencimiento a una década, una situación que no parece que vaya a mejorar en el medio plazo.
El caso de Irlanda tampoco insufla mucho optimismo. Desde que el gobierno de Dublín anunciase que requería de un auxilio financiero, el interés a pagar tampoco ha parado. El 10 de noviembre la deuda del país británico ya cotizaba al 8,6%. 13 días después Brian Cowen, primer ministro del país, anunciaba un duro plan de ajuste a cambio de recibir 80.000 millones de euros para reestructurar su sistema financiero. Cuatro meses más tarde, el tigre celta paga casi tres puntos porcentuales más.
A la crisis financiera se le suma la crisis política
Congelación de pensiones, nuevos impuestos, reducción de plantillas públicas, compromisos para reducir el déficit,... Medidas como estas fueron requisitos imprescindibles para que Grecia e Irlanda tuviesen acceso a los fondos de la UE y el FMI. Estos planes de austeridad han causado grandes tensiones políticas que en el caso de Portugal se han agravado más allá. El pasado miércoles el parlamento luso rechazo el 4º Programa de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que recogía nuevos recortes y que había sido consensuado con Bruselas y con la canciller alemana Angela Merkel. Este fracaso derivó en la dimisión del jefe del Ejecutivo, José Sócrates. La tormenta financiera ha pasado a ser gestionada por un gobierno en funciones que nadie sabe hasta donde tiene legitimidad para meter la tijera.
Ante esta situación Portugal hace ejercicios de funambulista para no ser devorado por las garras de los mercados. A lo largo de 2011 el estado tiene que afrontar vencimientos de 80.000 millones de euros, la mitad del PIB, que deberá primar a un asfixiante 8%. La esperanza lusa es que el nuevo fondo compre deuda en el mercado primario con una rentabilidad exigida menor. Un alivio que en la práctica ya está cometiendo el Banco Central Europeo (BCE), adquiriendo títulos cuando los tipos son insostenibles. Medidas que se consideran parches hasta que el Gobierno de Portugal pueda solicitar formalmente el rescate, el problema es que nadie sabe si esto puede ser posible con un presidente en funciones.