La guerra de Irak no estaba justificada. La intervención en Libia, sí.
Libia es un país árabe gobernado por un tirano y con reservas petrolíferas. Como lo era Irak. Hasta ahí llegan las coincidencias.
Los medios de comunicación más escorados a la derecha hierven estos días con una presumible segunda caída del caballo del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Si la presión de los mercados le hizo olvidar la promesa de salir de la crisis por la vía social, la real politik le habría llevado ahora a renunciar a las convicciones pacifistas manifestadas en 2003.
Mientras que la dureza del ajuste fiscal del último año deja pocas dudas respecto a la primera aseveración, la segunda se basa en una premisa radicalmente falsa, tanto desde el punto de vista formal como desde el material: la equiparación de las intervenciones militares en Libia y en Irak.
Formalmente, la invasión de Irak iniciada ahora hace ocho años no contó con el respaldo de Naciones Unidas, y fue decidida casi un año antes por Estados Unidos y posteriormente respaldada por aliados tradicionales como el Reino Unido. En cambio, la zona de exclusión aérea iniciada el pasado sábado fue aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU en una decisión histórica (raro es el caso en el que las potencias con derecho a veto se ponen de acuerdo), y cuenta además con el beneplácito de la Liga Árabe.
Pero la diferencia fundamental corresponde al fondo. La guerra de Irak se basó en agumentos que oscilaron entre la falsedad y la mentira grosera, como la existencia de armas de destrucción masiva o la participación del régimen de Sadam Hussein en los atentados del 11-S. La intervención occidental en la guerra de Libia busca, según reza la resolución de Naciones Unidas, poner fin a la masacre operada por Muammar el Gadafi sobre su propia población. Se trata, en definitiva, de salvar la vida de personas que corren grave peligro de perderla en los próximos días.
Pretender equiparar las dos intervenciones militares pertenece más al terreno de la demagogia que al análisis desapasionado de los hechos. Un último apunte: aunque Libia tiene petróleo, no cabe argüir su control como motivación occidental. Sencillamente, porque la resolución 1973 del Consejo de Seguridad excluye de forma explícita la ocupación de Libia.