Sin perder tiempo
Es mejor un buen acuerdo que un acuerdo rápido. Esta afirmación inapelable se viene escuchando con insistencia de parte de los negociadores de la reforma de la negociación colectiva. Pero algunos parecen olvidar que, además de inapelable, no resulta incompatible en sus términos. Un acuerdo puede ser bueno y a la vez rápido. O, cuando menos, su negociación no tiene por qué ser eterna.
Tras haber superado todos los plazos -y no solo los establecidos recientemente, sino también los del sentido común-, patronales y sindicatos siguen pidiendo más tiempo para negociar la reforma de los convenios, ese amplio campo en el que unas y otros disfrutan todavía de extensas formas de poder que a veces se traducen en rígidos corsés para las necesidades reales de muchas empresas. El Gobierno quiere llevar deberes hechos para mostrar el próximo jueves en la cumbre de Bruselas, pero las partes consideran ya difícil llegar a un consenso esta semana. Una opinión que parece asumir el Ejecutivo, aunque José Luis Rodríguez Zapatero tenga una cita justo un día antes con los líderes de CC OO y UGT.
Pero yerran quienes solo piensen en términos de Bruselas. A quien se adeuda la reforma de los convenios es a los ciudadanos y a las empresas que les deben emplear. La reunión de hoy entre Juan Rosell, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez tiene que aportar soluciones, o parecería que alguien está más a gusto con los medios -negociar- que con el fin: tener una buena reforma.