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Columna
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Los 50 peniques de la envidia

El impuesto británico de los 50 peniques es un auténtico puzle de la economía. El tipo máximo sobre la renta -implantado por el anterior Gobierno- que se aplica a las ganancias de más de 150.000 libras al año, es una mal planteamiento. Y las políticas para rechazarlo son erróneas.

Hay dos razones por las cuales tasar la mitad de los ingresos adicionales es una mala idea. En primer lugar, quita el atractivo del Reino Unido como un lugar donde la gente rica pueda vivir y trabajar. Ya hay señales de que los hedge funds están mudándose a Suiza y los banqueros a Hong Kong. En segundo lugar, es poco o ninguno el dinero adicional que recauda. Con los ricos abandonando Gran Bretaña o evitando impuestos de otra forma, lo que se gane con la tasa más alta puede perderse desde una base menor.

Una reacción política ahora en torno a la reducción de impuestos sería genial. La población sufre de salvajes recortes en el gasto público. Y los banqueros son considerados responsables del desastre financiero en el que se encuentra el país. Hay, sin embargo, una forma de cuadrar el círculo. George Osborne, el ministro de finanzas, debe dejar claro en el presupuesto de este mes que la tasa de los 50 peniques desaparezca antes de las elecciones de 2015, como parte de una amplia iniciativa de reducción de impuestos. El otro elemento clave sería elevar el mínimo exento a 10.000 libras. Esa medida, que ayudaría a la gente más pobre, es algo por lo que el Partido Liberal Demócrata, el socio menor de la coalición, está luchando.

Los ricos se beneficiarían al igual que una amplia franja de la sociedad, mientras que el Gobierno sería capaz de presentarse como defensor de la oportunidad y la empresa, previo a las próximas elecciones. Algo que dejaría en mal lugar a la oposición laborista, dispuesta a que la tasa de los 50 peniques sea permanente.

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