Recorten gasto en todo, menos en cultura
Noche en el Justus Lipsius, sede del Consejo Europeo. Angela Merkel aprieta el cinturón a la zona euro con nuevas exigencias de rigor fiscal. La espera permite leer el resumen de un informe publicado este mismo viernes en el que los inspiradores de la doctrina del tijeretazo recomiendan que, al menos, se salve la partida destinada a fomentar la cultura.
"Cuando los políticos se enfrentan a estrecheces presupuestarias, les gusta recortar el gasto en cultura. Se trata, sin embargo, de una decisión equivocada. Incluso, contraproducente".
Más de uno atribuiría la frase, si fuera anónima, a algún protocineasta sediento de subsidios o al organizador de un concurso de églogas pendiente de patrocinio público. Pero la petición lleva firma.
Nada menos que la del IFO, que en este caso no son las siglas de una académica española (; eumanismo), sino de un instituto alemán que pregona el dogma de la rectitud fiscal.
Los sacerdotes del déficit cero han caído rendidos ante los alaridos del Barroco. Y recomiendan mantener el gasto en fastos culturales como hacían las cortes prusianas de los siglos XVII y XVIII porque los beneficios económicos resultan ser perennes.
Tres de los investigadores del IFO han establecido lo que parece una correlación entre las óperas construidas en Prusia durante el Barroco y la evolución económica de esas regiones.
El porcentaje de trabajadores cualificados, asegura el estudio, aumenta a razón de 0,28% por cada 10 kilómetros de cercanía a los apreciados alaridos. Y el PIB de un distrito aumenta de manera permanente entre 0,24% y 0,49% por cada punto porcentual que aumenta la mano de obra cualificada.
"Este efecto es económicamente relevante y confirma la importancia del capital humano para el crecimiento económico en la moderna sociedad del conocimiento", señala en un comunicado de prensa uno de los autores del estudio.
Habrá quien piense que se trata de un prurito elitista de tres profesores aficionados a los decibelios y las cuerdas vocales. Y que la relación entre cultura y empleo cualificado también podría ser a la inversa, es decir, que eventos y espectáculos van a la búsqueda de espectadores.
Pero los gobiernos de la zona euro, sobre todo los meridionales, deberían prestar oídos al mensaje del IFO. Primero, porque no es muy frecuente que los ideólogos alemanes animen a gastar. Segundo, porque si el criterio se impone, a lo mejor Berlín también aprovecha para estimular su propia economía. Y tercero, porque entre tanta penuria, el dinero público al menos permitirá que el show continúe y que a causa de la austeridad no nos embrutezcamos un poco más.