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Columna
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La roca de Sísifo de la deuda griega

Es difícil no simpatizar con Grecia tras la última rebaja de Moody's. Como Sísifo, el Gobierno ha estado empujando una pesada roca cuesta arriba. Algo ha avanzado, asegura Atenas: el déficit fiscal es un 6% más bajo de lo que era. Pero la carga de la deuda probablemente resulte demasiado pesada y envíe a Grecia de nuevo a una crisis. El mercado, debidamente reservado, ve altamente probable una reestructuración, que arreglaría el problema de la deuda, pero en si misma no resolvería la competitividad y los desafíos de crecimiento del país.

Grecia necesita otro ajuste fiscal de la misma magnitud al que hizo para acercarse al equilibrio. Y tampoco eso sería suficiente. Tiene que registrar superávit fiscal para que el ahorro permita al país reducir su carga del 150% del PIB. Sin embargo, el inevitable efecto secundario de los recortes del Gobierno es que la economía se contraiga aún más. Se redujo un 4,5% en 2010, y este año la Administración quiere aplicar un mayor ajuste fiscal para reducir el déficit en un 4,5% del PIB. Con los enormes recortes repercutiendo sobre el empleo y la demanda interna, la economía se hace más pequeña y débil, y la deuda relativamente más pesada.

Para cumplir con la tarea de Sísifo hace falta un rápido crecimiento de las exportaciones. El comercio mundial ya experimentó una fuerte recuperación en 2010, en la que las exportaciones griegas no participaron gran cosa. Los ingresos de exportación mejoraron, pero se estancaron los volúmenes.

Grecia requiere una enorme mejora de la competitividad, perdida durante los primeros años del boom en la eurozona, cuando avanzaron los salarios. La devaluación no es una opción, por lo que los salarios deben recortarse. Algo que, a su vez, perjudicará a la demanda interna, debilitando aún más el crecimiento y los ingresos fiscales. Por eso la deuda griega es vista como intolerable y debe ser aligerada. Pero la reestructuración no lo es todo.

Ian Campbell

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