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Columna
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El castigo del caos libio a las petroleras

El verdadero coste de extraer petróleo en Libia empieza a salir a la luz. Algo que preocupa al mercado petrolero en general y a la italiana Eni en particular. Los regímenes indeseables son difíciles de evitar en el negocio. A diferencia de otras energéticas occidentales, Eni no se ha sentido incómoda al arrimarse a la ex colonia italiana. El grupo ha estado operando en Libia desde 1959. No han tardado en aparecer rivales, después de que la ONU levantara las sanciones hace varios años. La posición aventajada de Eni y su estrecha relación han contribuido a que sus volúmenes de producción en Libia alcancen los 244.000 barriles diarios -un 13% del total del grupo-. Chevreux calcula que Libia le supone a Eni 2,2 euros por acción, un 12% del valor de mercado actual.

Entre los demás grupos con una alta exposición a Libia están la austriaca OMV y la española Repsol, que dependen de Libia al 9,3% y al 4% de su producción, respectivamente. Todos los grandes operadores se encuentran ahora evacuando personal. La interrupción de los 1,6 millones de barriles libios producidos al día -el 2% del total mundial- es inevitable. Repsol ya ha cerrado los grifos y Eni está suspendiendo parte de la producción. El daño a las infraestructuras -pese a que la mayoría están en medio del desierto- es también un riesgo. Si el régimen de Gadafi cae, el nuevo orden podría nacionalizar los activos o romper los contratos existentes. La estrecha asociación de Eni con Gadafi sería entonces muy contraproducente.

Libia no puede permitirse cortar lazos con los grupos integrados del sector petrolero. No tiene capacidad para desarrollar recursos propios y por eso las grandes empresas petroleras fueron las primeras en ser cortejadas. Un nuevo régimen querría mantener la experiencia occidental a bordo, incluso si las condiciones de negocio cambian. In extremis, los contratos de las grandes petroleras se rigen por el derecho internacional, lo cual reduce el riesgo de nacionalización. Las inversiones libias en Italia, con participaciones en la automotriz Fiat, el grupo bancario Unicredit y la propia Eni, podrían proporcionar algo de cobertura.

Las petroleras no son ciegas frente a riesgos de expropiación o cambios repentinos en las condiciones fiscales o relativas a una producción compartida. Si el riesgo político es inevitable, es mejor diversificar la exposición y centrarse en las áreas donde mejor se valora la experiencia técnica. Por eso Shell está reduciendo su exposición a Nigeria y Repsol quiere vender una participación en Argentina. Eni tendrá que aprender a la fuerza.

Fiona Maharg-Bravo

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