Tres años de profundos cambios energéticos
Quizá sea España uno de los países que mejor ha entendido la necesidad de adaptar sus planteamientos energéticos a los profundos cambios de los últimos años del siglo XX y primeros del XXI. Y quizá sea así por necesidad. España es un país con una altísima dependencia energética del exterior y unos consumos energéticos muy elevados en comparación con países similares de nuestro entorno.
En mis tres años al frente de la Secretaría de Estado de Energía el objetivo fue siempre avanzar hacia un nuevo modelo energético y en ese camino hemos hecho muchas reformas y algunas muy profundas. No ha sido fácil. La tendencia a oponerse a los cambios normativos en defensa de intereses particulares es grande.
Precisamente con el objetivo de ajustar el sector energético español a una realidad enmarcada por la crisis económica global, fue por lo que impulsamos en este periodo normativas de gran calado, dirigidas a poner fin paulatinamente al inadmisible entramado del déficit de tarifa, una deuda eléctrica que venimos arrastrando desde hace una década, a contribuir a acotar los costes del sistema eléctrico, a establecer un horizonte predecible para las energías renovables, y a avanzar notablemente en la liberalización de los mercados minoristas de gas y electricidad.
Pero me gustaría referirme especialmente a los avances realizados en tres líneas que, indefectiblemente, se convertirán en los próximos años en la pauta energética mundial: gastar la energía de forma más eficiente, reforzar las infraestructuras y apoyarse cada vez más en las tecnologías renovables.
l Gastar mejor. Ahorro y eficiencia en nuestros consumos energéticos es el ingrediente mágico, que no secreto, que integra la fórmula a aplicar para afrontar el futuro. Y, después de casi 10 años de inacción, a partir de 2005 España empezó a alcanzar logros importantes.
Los resultados obtenidos por las políticas activas de ahorro y de eficiencia energética a las que hemos dedicado en torno a 450 millones de euros anuales desde 2005 son espectaculares, desde luego sin precedentes en nuestro país. Baste destacar que la intensidad energética, es decir, la cantidad de energía que empleamos para producir un bien o un servicio, ha mejorado en un 7%. Hoy gastamos menos energía para conseguir los mismos resultados, es decir, somos más competitivos. De aquí a 2020 debemos continuar mejorando en torno a un 2% cada año.
l Interconexiones. Las infraestructuras son clave para un sistema energético sostenible. El enorme esfuerzo inversor en redes, plantas de regasificación y almacenamientos de los últimos años permite que España se vea menos amenazada por los conflictos bélicos o sociales que se producen en distintas regiones del planeta. Aun a pesar de nuestra enorme dependencia de otros países.
En particular, y esta es quizá una de las tareas de las que me siento más satisfecho de las realizadas al frente de la Secretaria de Estado de Energía, en los últimos años se ha despejado, tras un estancamiento de más de 40 años, la cuestión de las interconexiones eléctricas y gasistas con Europa a través de Francia, tan precisas para nuestro sistema energético. Algo en lo que se puso especial hincapié durante la presidencia española de la UE y que se ha consolidado en el mapa de infraestructuras energéticas prioritarias que ha presentado recientemente la Comisión Europea.
l Compromiso con las energías renovables. Los datos están ahí. Solo algunos ejemplos. La aportación de las energías renovables sobre la energía final ha crecido del 9,4% en 2007 al 13,6% en 2010 y, si nos referimos exclusivamente a la energía eléctrica, desde el 18,9% al 35%. Son incrementos muy importantes, sin vuelta atrás. Mención especial merece el porcentaje de utilización de biocarburantes en el transporte, quizá uno de los sectores en los que queda más trabajo por hacer desde los puntos de vista energético y medioambiental, que ha pasado de apenas el 1% en 2007 al 4,8% en 2010. Son cifras que constatan el acierto de nuestra apuesta por un nuevo modelo energético que es, precisamente, el único que garantizará el futuro sostenible del planeta.
Está claro que el esfuerzo de todos los ciudadanos en la promoción y asentamiento de las nuevas tecnologías renovables no tiene parangón en nuestra historia económica. Ha llegado la hora de que todos los españoles se beneficien de los avances alcanzados por estas tecnologías gracias a la enorme aportación de recursos destinados a su desarrollo.
Todos estos son logros que aportan una doble consecuencia positiva. Por una parte, el sector energético, en su conjunto, ha reducido sus emisiones contaminantes en un 31,5%, y en un 40% si nos referimos exclusivamente al sector eléctrico. Por otra, España es hoy 4,2 puntos menos dependiente de las importaciones energéticas que en 2007. La menor dependencia se proyecta en una mejora instantánea de nuestra balanza de pagos y, en definitiva, en una sustancial mejora de la competitividad de nuestra economía.
Valdría decir, como resumen, que transcurridos estos últimos tres años, el sector energético español es más innovador y sostenible, favorece la competitividad de la economía y ha reforzado la seguridad de suministro, primera y principal obligación de cualquier Gobierno. Sin embargo, los retos globales siguen ahí y es necesario seguir avanzando en la dirección correcta tanto a nivel nacional como en coordinación con el resto de los países del mundo.
Pedro L. Marín. Ex secretario de Estado de Energía