Una historia de piratas
Como cantaba Joan Manuel Serrat, no hay historia de piratas que tenga un final feliz, pero mientras llega el momento de trazar el balance, en el ámbito de internet, algunos se están forrando alzándose con el santo y la limosna y dejando en la miseria a los creadores. Por eso y muchas cosas más, los perjudicados se han unido en lacoalición que suma también a las industrias de contenidos. Porque sucede que nuestro país, tan retrasado en el ranking de los inversores en I+D+i, figura a la cabeza en lo que se refiere a la piratería digital, junto a China, Rusia, México y Canadá.
La situación era improrrogable pero la dialéctica ambiental desplegada logró impregnar de miedo a lo desconocido a los políticos de todo el espectro parlamentario. Todos quedaron imbuidos de que en internet se encontraba el yacimiento de votos preciso para ganar las elecciones. De modo que la batalla decisiva para el triunfo sería en adelante digital. Por eso la suma de las demagogias y el populismo rampante les llevó a la parálisis normativa en un país como el nuestro instalado en la respuesta automática donde a cada caso particular se tiende a responder con una ley ad hoc. Así, los internautas autoproclamados líderes libertarios impusieron la anomia legislativa.
Por fin, el Gobierno, zarandeado por las protestas de socios de la UE, aliados de la OTAN y en particular por EE UU, se ha visto en la necesidad de reaccionar y por ahí llegó la llamada ley Sinde que en su primera redacción adoptaba un sesgo garantista para evitar impugnaciones. En un terreno donde tanto cuentan el desconocimiento y los miedos a desagradar a los usuarios envalentonados se optaba por cautelas muy estrictas sin posible analogía con las atribuciones conferidas a organismos como la Comisión Nacional de la Energía, la CNMV o la Inspección del Banco de España. Todo fue en vano porque el intento naufragó en el Senado en vísperas de Navidad en medio del regocijo general aupado por la ignorancia de muchos de los que quedarían como perjudicados.
Por fin la nueva versión de la ley Sinde, en realidad una disposición integrada en la Ley de Economía Sostenible, después de arduas negociaciones que incrementaron hasta el paroxismo la tutela judicial para el cierre de las páginas web consiguió sumar a los apoyos del PSOE los del PP y CiU y salir así adelante en el Congreso de los Diputados en el pleno del martes. Sus detractores han salido en tromba para denunciar que "no aborda una reforma integral de la legislación de propiedad intelectual, único camino, a su entender, para favorecer la justa retribución de los creadores y artistas en el marco de una sociedad de cultura digital". Quedan dos incógnitas por despejar: la de en qué consiste esa denominada justa retribución y la de cuáles son las bases para definir la sociedad de cultura digital. Tampoco aclaran en momento alguno las pautas de esa reforma integral que propugnan.
Por desgracia, como ha escrito en la revista Letras libres un buen amigo editor, lo que llega son principalmente generalidades e ilusiones bienintencionadas, que terminarán levantando sospechas sobre lo que hay tras esa aparente confianza de la que se consideran acreedores. Así que "los adalides de la cultura digital, indignados por lo que consideran intolerable atropello, organizan pitadas enmascaradas y movimientos como nolesvotes.com para castigar electoralmente a los partidos que han apoyado la ley".
Dice nuestro editor que "una sociedad que penaliza a varios de los sectores de más talento, creatividad e inteligencia parece desdeñar la sociedad del conocimiento, no ya de la cultura digital. Y un cambio tecnológico que se impone a base de vulnerar la ley y los derechos de una amplia minoría, nace con un defecto de origen que puede acabar canibalizándolo y desembocar en el libre acceso a una nada absoluta". Porque sabemos que la propagación exponencial del canibalismo llevaría a la extinción de la especie. Si el negocio del Huffington Post es eliminar los redactores que producen la información y hacer negocio agregando y difundiendo la que producen los demás, el resultado sería la desaparición de los primeros cuyo encuadramiento acabaría resultando ruinoso. A partir de ahí la noria giraría en el vacío. Atentos.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista