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Columna
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Ideas para una Europa más competitiva

Cómo debería la eurozona impulsar la competitividad? La iniciativa franco-alemana parece contener algunos puntos positivos -en particular sobre la reforma de pensiones- a pesar de que es demasiado rígida para la mayoría de países europeos. Pero también se deben inyectar otras ideas, sobre todo más competencia.

Angela Merkel y Nicolas Sarkozy tienen razón en poner la competitividad sobre la mesa. En particular, los países periféricos están luchando por mantener economías de alto costo, pero todos los europeos tendrán que seguir mejorando en productividad si se quiere responder al reto de Asia. Los líderes alemanes y franceses saben que no será fácil imponer un único pacto de competitividad que englobe a todos.

Alemania quiere asegurarse de que no tendrá que financiar más a las economías débiles. De ahí los duros programas impuestos a Grecia e Irlanda. Estos programas podrían volverse más generosos -reduciendo tasas de interés, alargando los vencimientos y prestando más dinero para que los países puedan volver a comprar deuda con descuento- pero no sin condiciones. Una de ellas sería la promesa, respaldada constitucionalmente, de no contraer deudas excesivas en el futuro; retrasar la edad de jubilación sería otra.

Pero no se puede obligar a todos los países de la eurozona a aceptar el remedio alemán -en su lugar, hay que convencerles de aceptar reformas tipo freno de la deuda, una ampliación de la edad de jubilación conforme a la esperanza de vida o el fin de la indexación salarial en función de la inflación.

La eurozona ha de tener también cuidado de que, en su esfuerzo por impulsar la competitividad, no se olvide de la competencia. Por ejemplo, en el impuesto de sociedades. La idea es acordar un marco común, no imponer la misma tasa a todo el mundo. Ya ha habido una larga historia de países con altos impuestos presionando por tener tipos mínimos en el impuesto de sociedades, en un intento de reprimir la competencia de países con bajos impuestos como Irlanda. Esto es sintomático de una actitud generalizada, muy común en la eurozona, de que la armonización puede ser usada para impedir que unos países vendan más barato que otros.

Tal pensamiento no debería tener papel alguno en la nueva Europa. La UE tiene que reconocer que una de las mejores formas para aumentar la productividad es a través de más competencia. Una forma de lograrlo es poner fin a las prácticas restrictivas que impiden que Europa sea un verdadero mercado único. La próxima vez que se reúnan los líderes europeos deberían añadir eso a su agenda.

Por Hugo Dixon.

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