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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Egipto tensa la economía mundial

Los movimientos populares en Túnez y Egipto en demanda de mejores condiciones de vida y mayores niveles de democracia y libertad es un fenómeno imparable que, con mucha probabilidad, se extenderá a otros países de la zona. El mundo desarrollado ha amparado veladamente en el pasado autocracias en la región con el objetivo de mantener controladas aspiraciones islamistas poco recomendables. Sin embargo, está claro que los ciudadanos de los países árabes tienen el derecho, incluso el deber, de aspirar a una democracia equiparable a las europeas o de otras zonas del hemisferio norte. Por tanto, es preciso que la comunidad internacional contribuya a una transición ordenada desde estos regímenes hacia democracias reales.

Primero, por solidaridad con los ciudadanos de estos países, que merecen vivir en libertad y disfrutar de elecciones transparentes; pero también, porque es preciso salvaguardar la estabilidad en una zona tan delicada geoestratégicamente. El grueso de la producción petrolera está ligado al mundo árabe y, aunque Egipto y Túnez carecen de energías fósiles, hay un temor razonable a que se produzca un contagio hacia países con grandes reservas, como Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos. Aunque la renta per cápita de los oriundos de la península Arábiga está a años luz de los ciudadanos del Magreb y aunque los movimientos sociales han desencadenado demandas políticas, la génesis de los conflictos es principalmente económica.

La inestabilidad que se ha generado en la región ha disparado hasta 100 dólares el precio del barril de Brent, que ya estaba al alza por el aumento de la demanda que se prevé de la mano de la recuperación económica. Si la inestabilidad se extiende se generará un problema de suministro, aunque de momento la subida se deba más a la presión de la demanda y a los especuladores que a escasez de oferta.

Las revueltas en Egipto y Túnez están afectando seriamente a sus economías, muy dependientes del turismo. Como consecuencia, Moody's rebajó ayer un grado el rating de la deuda soberana egipcia. La multitud de viajeros agolpados en el aeropuerto de El Cairo -y antes en el de Cartago- y las recomendaciones de muchos Gobiernos desaconsejando visitar los dos países han generado una inesperada carambola a favor del negocio turístico de España, destino competidor de ambos. Numerosos touroperadores han vuelto otra vez su mirada hacia Canarias, cuyo clima es equiparable y que tiene capacidad sobrada para acoger viajeros. El fenómeno no es nuevo. Los países del sur mediterráneo han venido generando dudas sobre un bien tan preciado para el turista como la seguridad, sea a causa del terrorismo islamista o por otros motivos. Es un punto débil que, indirectamente y a pesar del indeseable motivo, pone en valor la demostrada capacidad de los destinos españoles.

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