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Tim Cook

Un gran jefe de máquinas

El sustituto de Steve Jobs al frente de Apple no destaca por su creatividad ni su carisma, pero ha suplido con éxito al rey Midas de la tecnología en otras ocasiones. Al menos en el corto plazo.

Un gran jefe de máquinas
Un gran jefe de máquinas

En Cupertino, el suburbio de Santa Clara (California) que sirvió de astillero para el flamante crucero que es hoy la compañía de la manzana, corren suspiros de resignación y desconcierto. Su ideólogo y capitán cuelga la gorra en lo que parece una despedida, si bien no definitiva, sí preocupante y reveladora. Anteriormente se había ausentado del timón, al menos tres veces y siendo la última al inicio de este año. Una vez más, era su director de operaciones, Tim Cook, quien se ponía al mando de la nave. El nuevo viraje como consejero delegado le otorga, sin embargo, todo tipo de responsabilidades a bordo. Y Steve Jobs, ahora en la orilla, hará las veces de faro como presidente para que su creación no pierda el rumbo.

Tanto en su anterior cargo como en las suplencias que le han llevado a proa, Cook se ha distinguido ante todo como un excelente jefe de máquinas, capaz de optimizar los recursos en horas bajas y de hacer funcionar los motores a la máxima potencia. En cambio, se le ha visto carente del carisma y el espíritu aventurero del patrón. La idea, en todo caso, era seguir el plan de ruta marcado. Suficiente para arribar, al menos, a los destinos próximos, pero arriesgado en las grandes odiseas futuras que se esperan del buque insignia de Silicon Valley.

Con la recaída de Jobs en enero -de baja dos meses en 2004 por la extracción de un tumor de páncreas y durante seis en 2009 por complicaciones que terminaron en un trasplante de hígado-, los inversores se preguntaron nuevamente qué ocurriría con el control de la empresa a largo plazo. El fondo de pensiones Central Laborers, con un paquete de acciones de la compañía, no dudó en presionar a la Comisión de Mercados y Valores estadounidense para que Apple garantizara la transparencia sobre el estado de salud del gurú y, eventualmente, del proceso para sucederle. La sospecha de que el segundo de a bordo arriesga la impronta creativa y pionera del grupo es aún alarmante.

Jobs y Cook tienen perfiles completamente distintos. "Steve es la cara de Apple y está muy involucrado en el desarrollo de nuevos productos, mientras que Tim es el responsable de convertir todos esos planos en dinero contante y sonante", comentaba el exdirectivo de Apple Michael Janes a la revista Wired en 2009. Frente al ímpetu revolucionario del cofundador, a Cook se le atribuye el perfeccionamiento de la cadena de distribución y el inicio de relaciones con otros fabricantes. Suya es la idea de formar profesionales de ventas y crear tiendas propias, así como la difícil decisión de sustituir los procesadores de la casa por los de la marca Intel.

Este ingeniero industrial por la Universidad de Auburn (Alabama) fichó por Apple en 1998 tras un breve paso por Compaq y 12 años al frente del saneamiento de IBM. Jobs, que acababa de recuperar el cuidado de su criatura tras ser apartado del negocio en 1985, peleó su contratación con otros pretendientes y le dio confianza plena en esta nueva etapa, cuyo éxito se ha confirmado brillantemente. De 2001 a 2010, las ventas se multiplicaron por 12, hasta los 65.200 millones (48.377 millones de euros).

Quienes tratan con Cook, de 50 años, le definen como una persona fría y rigurosa. Muchos le ven incluso distante, extremamente tímido o sin interés por la gente. Comparte con su jefe una obsesión galopante por el trabajo -telefonea a sus empleados todos los domingos para preparar la semana-, pero su temperamento es tranquilo y jamás alza la voz. Justo lo contrario de Jobs, propenso a reaccionar airadamente y ridiculizar a sus subordinados. Cook, en cambio, prefiere intimidarlos con interminables interrogatorios.

La revista Fortune reveló en 2008 los pocos detalles personales que se conocen de él: "Solterón de oro, vive en una casa alquilada en Palo Alto (California) y desprecia la ostentación pese a haber vendido acciones del grupo por valor de más de 100 millones de dólares a lo largo de los años". Sus únicas aficiones más allá de Apple son el ciclismo, las escapadas campestres y los partidos de fútbol americano de su equipo, el Auburn. Su oficina está decorada con todo tipo de parafernalia de su pequeña ciudad de origen y exhibe las fotografías de su cantante favorito, Bob Dylan, y de su ídolo político, Robert F. Kennedy. Irónicamente, se registró por el Partido Republicano cuando vivía en Carolina del Norte, aunque después donó fondos para la campaña electoral de Obama.

En salario, Cook se lleva el mordisco más grande de la manzana: 900.000 dólares anuales (casi 667.000 euros) frente al dólar simbólico de Jobs. El total de su compensación, incluyendo bonus, acciones restringidas y otras concesiones, alcanzó el año pasado los 59 millones de dólares (43,7 millones, en euros). Mientras tanto, Jobs conserva sus 5,5 millones de acciones de Apple y, con un 7%, ostenta la mayor participación individual en Disney, donde aún figura como directivo. Cook pertenece además al consejo de administración de Nike. Allí ha tenido la oportunidad de adiestrarse en marketing y productos, sus debilidades, antes de tomar el control de Apple.

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