No disparen al turismo
Esta semana comienza Fitur, la feria internacional de turismo que cada año reúne a la industria de un sector que intenta abrirse paso entre no pocas dificultades. Y es que cuando todavía nos estamos recuperando de la resaca provocada por la huelga salvaje de los controladores aéreos (cuyas consecuencias económicas para el turismo español ya se cifran en más de 50 millones de euros) y aún resuenan los cañonazos del ataque militar de Corea del Norte a Corea del Sur (movimiento que puede desencadenar inquietantes consecuencias tanto para la zona en conflicto como para la comunidad internacional), tal vez sea hora de reflexionar acerca de la situación de un sector que, como el turismo, se encuentra amenazado por diversos frentes.
No olvidemos que, según los datos de la Organización Mundial de Turismo, esta industria maneja cifras escalofriantes: cerca de 900 millones de turistas internacionales y otros tantos miles de millones de dólares generados por la actividad. Volviendo al asunto de Corea, el turismo en la zona de Asia y Pacífico supone el 24% del turismo mundial y solo en ese país ha habido un crecimiento anual con respecto a 2008 del 13,4%. Para 2011 las previsión era de un crecimiento superior al 5%, pero es muy probable que, con lo acontecido, no se cumplan las expectativas.
En este contexto, lo ocurrido hace unas semanas entre las dos Coreas es un ejemplo de uno de los grandes problemas que puede truncar el desarrollo de las futuras potencias turísticas. Países que, como Corea del Sur, han logrado posicionarse en los últimos años como la vigésima novena potencia turística del mundo rozando los ocho millones de turistas, gracias entre otras cosas a su oferta cultural y parajes exóticos. Cuando estos destinos se ven envueltos en este clima prebélico, con todo lo que ello supone (brotes de violencia que sugieren falta de seguridad y de estabilidad), están viendo cómo peligran sus vuelos y reservas hoteleras, y generándose, además, un movimiento de mercado con efectos negativos para otros muchos agentes.
Pero no solo los destinos exóticos tienen problemas. En el Viejo Continente, la voraz crisis económica también está haciendo mella en la industria turística: rescate irlandés, rumores antiespañoles, las huelgas generales francesas (y las portuguesas que están por venir...). La suma de todos estos factores puede hacer que la gallina de los huevos de oro que es el turismo para Europa quede muy maltrecha. Parece que los datos recientemente anunciados por el ministro Miguel Sebastián, que rondan los 53 millones de turistas internacionales, no lo reflejan, ya que supone un significativo aumento del 1,4% más con respecto a 2009. Un dato positivo pero que posiblemente no vaya a valer para mantener el tercer puesto del ranking mundial, y nos situemos esta vez cuartos, por detrás de China.
La previsión de crecimiento del flujo general de turistas de la OMT, que ronda el 3,5% respecto al año anterior, no solo se puede ver comprometida por toda esta coyuntura, sino que incluso se puede dar un retroceso en cuanto a número de turistas internacionales. Cada vez que estalla una de estas crisis, ya sea bélica, ya de mercado, el turismo, cuyo código ético mundial habla de su contribución al entendimiento y al respeto mutuo entre los hombres y las sociedades, se ve altamente comprometido. Confiemos en que la obligación de incluir el pa amb tomàquet en los hoteles catalanes de cuatro y cinco estrellas ayude a paliar la situación (si Corea del Norte y los controladores aéreos lo permiten, claro).
Antonio Rodríguez Ruibal. Profesor de los grados de Turismo y Periodismo de la Udima