Accidente en el Banco de España
Que España no está para tirar cohetes es de conocimiento general. Su deuda levanta suspicacias, sus cajas de ahorros, dudas fundadas, y su crecimiento, dolores de cabeza. Pero siempre hemos tenido un supervisor financiero exigente y riguroso. Con una gestión tan vetusta y refinada como la arquitectura que acoge a los supervisores, y tan valiosa como el arte que albergan sus salones y marmóreos pasillos, plagados de envejecidos muebles de museo. Tanto, que en ocasiones accidentales ponen en evidencia a la institución ante ilustres invitados, como ocurrió el día 10: en pleno almuerzo presidido por el presidente del BCE, Trichet, y por el gobernador, Fernández Ordóñez, las nobles patas de la noble mesa satinada con una pátina dorada cedieron, y la añeja tábula buscó reposo en las piernas de los comensales. No hubo heridos.