¿La última estrella del pop?
Los últimos años, la crisis ha golpeado al pop doblemente; a la crisis económica se ha unido la de referentes. Las estrellas ya no venden discos, pero tampoco portadas. Sintomático; las dos que mejor han funcionado este año en la edición española de Rolling Stone han sido las de Lennon -su muerte hace 30 años le preserva como icono- y Lady Gaga.
La americana ha aprendido de Madonna a usar la carta de la provocación, a traducir las últimas tendencias musicales y estéticas a un público masivo y, sobre todo, a jugar con la fantasía de que cualquiera puede convertirse en estrella. Es una estrategia comercial que lleva funcionando hace mucho. Que nadie se rasgue las vestiduras, pero la inventó Dylan el día que escuchó a The Byrds interpretando Mr Tambourine Man y decidió que su mensaje vendería mucho mejor si dejaba a un lado su guitarra acústica y se hacía acompañar por una banda de rock (y una imagen con algo de misterio).
Gaga tenía una batería de singles imbatible, pero podía haber elegido ser una marioneta de la industria a lo Britney o arriesgarse con propuestas como el tarantiniano vídeo de Telephone y una campaña mediática agresiva, que ha conseguido algo no tan sencillo, llegar a un target global. Posiblemente Alejandro ³o Bad Romance sean lo único en común de miles de iPod, de preadolescentes de Shibuya a estetas cuarentones de Chelsea. O el tuyo, o el mío.
Si se quedarán ahí mucho tiempo, si será capaz de sustituirlas por material de la misma calidad, es complicado saberlo. Pero sí está claro que, en medio de la mayor crisis de su historia, la industria discográfica ha sido capaz de construir su ¿última? estrella global. Aunque la impresión es que ni ellos mismos se daban cuenta que Gaga se ha colado por una brecha abierta en su caos. ¿Será esa la lección para una industria demasiado empeñada en controlarlo todo?
Darío Vico. Subdirector de 'Rolling Stone' España
