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Columna
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Dudas sobre Brasil

La economía brasileña se dirige hacia una decepción en 2011. El sector público, grande y endeudado, es un punto débil. El gasto público ha crecido en 2010 y bajo la nueva presidenta Dilma Rousseff se espera que aumente. El dinero fácil puede provocar inflación y una crisis de deuda.

El gasto público supera el 40% del PIB, alto para mercados emergentes. Rousseff ha dicho de boquilla que lo mantendrá bajo control, pero en la campaña dijo que el recorte del gasto fue un crimen. El déficit se sitúa en el 2,4% del PIB, pero incluye 42.000 millones de dólares de transferencia de Petrobras al Gobierno por derechos petrolíferos. Y deja fuera 99.000 millones de préstamos subsidiados de bancos al desarrollo. Brasil parece encaminarse hacia más déficit y una inflación más alta.

De hecho, el reciente impuesto del 6% sobre flujos de capital refleja la preocupación brasileña por el alza del tipo de cambio. Incluso ahora, cuando los inversores extranjeros acaparan dos tercios de la deuda del país, el 84% de sus obligaciones sigue en moneda extranjera. Las acciones brasileñas, concentradas en productores de materias primas como Petrobras y Vale, podrían declinar si la intervención del Gobierno en estas empresas se conjuga con una caída de los precios de las commodities.

Esta disminución podría ocurrir si la liquidez global se contrae en medio de preocupaciones por la inflación. Lo que ampliaría el déficit por cuenta corriente de Brasil actualmente en el 3. En tal escenario, el país volvería a un situación que ya conoce: inflación descontrolada y una capacidad limitada para revisar su deuda externa.

Martin Hutchinson

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