El juego de las sillas
Los operadores llevaban casi tres semanas bailando al son del rescate de España, de la quiebra irlandesa o de la ruptura del euro. Un juego que, además de provocar víctimas colaterales entre funcionarios, contribuyentes y pensionistas de varios países europeos, ha resultado bien rentable. Pero los inversores son los primeros que saben que la música no tiene por qué sonar para siempre . Tras haber extremado la tensión, probablemente más allá de lo razonable, sobre la deuda española, la perspectiva de la reunión del BCE ha sido la excusa perfecta para que los operadores cerrasen las posiciones bajistas que tan rentables han resultado últimamente. Los dichosos especuladores tienen, además de muchas ganas de ganar dinero, aún más miedo de perderlo.
La violencia de la subida puede sorprender, y es difícil de explicar desde un punto de vista económico. Pero desde un punto de vista bursátil, y en un mercado dominado por la especulación donde todo el mundo invierte muy apalancado, es lógico. Cuando los inversores empiezan a temer que la tendencia (en este caso, el hundimiento de España) se agota, cancelan sus operaciones de riesgo en un instante, pues son conscientes de que estas operaciones provocarán, de hecho, una reversión de la tendencia. Cualquier posición de riesgo (en este caso, cualquier posición bajista) entra automáticamente en fuertes pérdidas (al ser posiciones apalancadas cinco, 10 o 25 veces), de modo que la más mínima demora supone perder mucho dinero, dinero que habrá ganado el intermediario que haya sido más rápido. Por eso da lo mismo qué elemento lleva a los inversores a pensar que la música dejará de sonar; su propio miedo es suficiente para que todos huyan despavoridos a asegurarse una silla. Los inversores tienen miedo a Trichet , es evidente, pero esto en absoluto descarta que vuelvan a la carga contra España. En mayo la Bolsa subió el 14% en una sesión , pero tardó apenas 15 días en caer por debajo del nivel previo al rebote.