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A fondo

La liebre de MAFO se impone

La sangría de credibilidad que sufre el presidente del Gobierno desde el inicio de una crisis que tardó más de un año en reconocer podría frenarse si el compromiso de acelerar la reformas económicas que ha contraído este fin de semana con los empresarios y financieros convocados a La Moncloa finalmente se cumple. Si se dan por buenas las intenciones de José Luis Rodríguez Zapatero, cabe pensar que el diálogo con la patronal y los sindicatos, ausentes en la cita del sábado, ha pasado en las prioridades gubernamentales a un segundo plano, prevaleciendo en el manual de La Moncloa la iniciativa legislativa pura y dura al son que marcan la presión de los mercados y el gobernador del Banco de España, uno de sus principales portavoces. Que Miguel Ángel Fernández Ordóñez ha acrecentado en las últimas semanas su influencia sobre el presidente es ya un secreto a voces.

Algunos de los empresarios que han tenido asiento este fin de semana en La Moncloa y han hablado al presidente con sincera cordialidad han albergado en estos meses la sensación de que el Banco de España ha actuado desde el inicio de la crisis a modo de liebre y de que Zapatero se ha transfigurado en un galgo resignado a que los acontecimientos le llevaran siempre la delantera. Ha tenido que descargar la segunda gran tormenta de los mercados desde el mes de mayo para que el galgo constate que si no alcanza pronto a la liebre, todas las casas de apuestas se volverán contra España con unos resultados que produce escalofrío imaginar.

Al final, ha terminado imponiéndose, pues, el criterio de que es mejor pasarse que no llegar. Y que deben tenerse muy en cuenta problemas pendientes. A saber: los constructores le han sugerido al Gobierno que deje de denostar un sector que antes de la crisis aportaba el 17% del PIB nacional. Los eléctricos, que para invertir se necesita visibilidad y seguridad jurídica. Los gestores de infraestructuras, que no se pierda de vista la posibilidad del copago. Y los turísticos, que las tasas aéreas no resten competitividad a una industria que aspira a seguir siendo puntera.

Apuesta reformista

Salvando los intereses sectoriales que algunos de estos empresarios se han atrevido a exponer en el retiro de este sábado, lo que se ha conocido del grueso de las intervenciones se traduce en una apuesta nítida por acelerar y aplicar todas las reformas en marcha, la única medicina, quizá, que puede contribuir a paliar los efectos de una enfermedad de muy complejo tratamiento. La ganancia de productividad y de competitividad en los principales sectores económicos puede ayudar a España a capear el temporal y, sobre todo, a prepararse para la salida de la crisis, si es que el creciente coste de financiación de su deuda lo permite. Zapatero no ha luchado solo este fin de semana contra la apariencia inicial de una foto con los principales tractores del PIB desprovista de contenido, sino que se ha enfrentado también a un examen de confianza, la principal asignatura que le queda por aprobar. Confianza sigue siendo la palabra clave. El diccionario ofrece de ella varias definiciones: esperanza firme que se tiene de alguien o algo / ánimo, aliento, vigor para obrar. La primera induce más bien a la melancolía y la segunda parece ser, a partir de ahora, la enseña de Zapatero para enterrar antiguas veleidades (voluntad antojadiza, inconstancia, ligereza...).

Además de la patronal y los sindicatos, en la foto de La Moncloa de este sábado también ha estado ausente el líder del PP, Mariano Rajoy. Un relevante banquero le ha hecho ver al presidente la importancia de que en un momento de excepcionalidad como este, Gobierno y oposición hablen con una sola voz. No pocos empresarios y financieros albergan la impresión de que ellos son los que mantienen todavía de pie la marca España en el extranjero, por mucho que se nos vea desde fuera como un país complicado. El prestigio de firmas como el Santander o Telefónica encuentra barreras infranqueables cuando la prensa internacional se hace eco de que el principal partido de la oposición cuestiona la credibilidad de las cuentas públicas. Y en este contexto es lícito preguntarse si la clase política en general está a la altura de las circunstancias en una coyuntura en la que la clase empresarial y financiera sí es de las mejores preparadas del mundo.

Con el anuncio de su compromiso para avanzar en las reformas, Zapatero ha combatido este fin de semana la sensación de una foto inútil. Pero lo que ha pretendido evitar, sobre todo, es la impresión de que sus promesas pueden haber llegado tarde o de que permanecen condicionadas por las diferentes sensibilidades que conviven en el Gobierno recién estrenado y en los variopintos registros del PSOE. La apelación a la transparencia en la contabilidad de las diferentes Administraciones y de las entidades de crédito es encomiable, pero debería aplicarse también al guión del propio Gobierno, sobre todo ahora que después de las elecciones catalanas de este domingo se inicia otra larga precampaña hasta las legislativas, con parada y fonda obligada en las autonómicas y locales de mayo.

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