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Crisis en la Unión Monetaria
Tribuna
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Por qué rescatar a Irlanda

Puede Europa permitir la bancarrota de un país, máxime si el mismo pertenece a la eurozona? Poco importan los riesgos morales y las selecciones adversas. La realidad es incontestable. Los excesos, el abuso, la falta de responsabilidad, la desregulación miope y consentida, la quiebra de la supervisión rigurosa y necesaria, han llevado al sistema bancario irlandés al borde mismo del colapso. Asomado al abismo, el rescate por el propio Gobierno irlandés no es viable. Le arrastraría consigo. Las burbujas inmobiliarias, y crediticias, han explotado. Se veía venir. Incluso el Gobierno había reducido el gasto, congelado inversiones, constreñido los salarios públicos. Tarde, demasiado tarde. El rugido siempre orgulloso y soberanista del tigre irlandés es ahora débil, tenue. No aceptan de buen grado lo que entiende como pérdida de soberanía, pero no tienen otra solución, no hay otro camino. Europa y el Fondo Monetario acuden al rescate de las tropelías. La falta de saneamiento de las entidades financieras, el riesgo, la toxicidad de sus productos, su volatilidad, y una manifiesta falta de responsabilidad total de directivos, consejeros y administradores así como el fallo en cadena conocido o no, consentido en todo caso, de todos los sistemas de regulación y lo que es peor, de vigilancia y supervisión, arrastran al país al derrumbe de su sistema económico, no ya financiero.

¿Qué solución le queda o qué postura debe tomar en estos casos la Unión Europea? Irlanda ha ido muy de la mano de la City londinense. Ha pagado sus excesos, en la soberbia de la especulación propia. El milagro irlandés no ha sido tal. Era ficticio. Nuevos ricos, crecimiento espectacular, increíble en una década. Parecido a España. A ello se unía el efecto atracción, de unos impuestos bajísimos, poco más del 12% el impuesto de sociedades. Cuántas veces lo escuchamos reclamar a la oposición en España. Miles de sociedades y empresas se cobijaron al calor impositivo, ficticio o no, pero sin que las sedes reales de poder estuvieran en la isla, la vieja y enigmática isla celta.

Nada tiene que ver el caso irlandés con el caso griego. No es un problema de deuda pública, de colocación. No es tampoco de un Gobierno que mintió y ocultó su contabilidad real. Es un problema de avaricia, de especulación, de soberbia, de la vanidad de los excesos no embridados de un capitalismo arrogante y sin escrúpulos. Unos pocos que se saldrán de rositas o ya están alejados de las tomas de decisiones pero sin que sus patrimonios personales sufran restricción o pérdida han embarcado a todos en una crisis de la que tardarán años en salir y pagarán todos los contribuyentes. Bruselas cobrará alta su factura. El fondo monetario también. ¿Por qué todos los europeos deben contribuir a rescatar lo que unos pocos han creado? Es la solidaridad europea, pero también el egoísmo interno. O aquello de las barbas del vecino y el remojo. Hay miedo al efecto contagio, demasiado miedo. La debilidad del músculo económico, la incertidumbre no salir todavía de la crisis y el riesgo sistémico a verse arrastrados todos si no se acude al rescate irlandés, aconsejan el mismo.

Abel B. Veiga Copo. Profesor de Derecho Mercantil de Icade

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