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Barrohood de los Bosques

Nada impediría a José Manuel Barroso postularse para un tercer mandato al frente de la Comisión Europea. Pero todo Bruselas, incluido él, parece dar por supuesto que dejará el cargo cuando cumpla su actual mandato en 2014. Quizá por eso parece empeñado en aprovechar el tiempo restante para desmentir su supuesta sumisión al eje franco-alemán y hacer gala de una desconocida vocación comunitaria.

En las últimas cumbres europeas, Barroso ha salido en defensa de la igualdad de trato a todos los Estados, de la aplicación a rajatabla de las normas comunitarias a países grandes y pequeños, o de la necesidad de adoptar soluciones europeas contra la crisis.

Se le ha visto apuntar el arco disciplinario contra un Nicolas Sarkozy que expulsaba gitanos de su territorio. Ha interpuesto la espada del Tratado entre Angela Merkel y unos desvalidos y endeudados países meridionales a punto de perder el derecho de voto. La creciente leyenda le sitúa en cualquier rincón de Bruselas donde el espíritu comunitario pueda sufrir un ataque a manos de partidarios de la renacionalización de competencias.

Falta por saber si el camaleónico giro de Barroso responde a una repentina conversión a la fe europeísta o a una táctica de supervivencia.

Los más desconfiados le acusan de ponerse al servicio de los menesterosos por despecho hacia un eje franco-alemán que ha encontrado en Herman Van Rompuy su nueva correa de transmisión. Ante la competencia del presidente del Consejo Europeo, Barroso se habría refugiado en el bosque para capitanear a los países pequeños descontentos y a los europarlamentarios más levantiscos.

La versión indulgente cree en la sinceridad de sus muestras de arrojo frente a los poderosos.

Quién sabe. Lo único cierto por ahora es que al portugués le falta rodaje en su papel de superhéroe, porque en sus choques contra Sarkozy y Merkel siempre amaga, pero nunca llega a desenfundar la daga.

Imagen: Douglas Fairbanks como Robin Hood (tomada de Wikipedia).

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