El Amazonas se cuela en el futuro de Brasil
El medio ambiente roza la política brasileña de la mano de Marina Silva.
Cuando en 2003 la candidata del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, asumió la cartera de Energía, Marina Silva, hoy cabeza visible del Partido Verde, era ministra de Medio Ambiente. Desde esa atalaya, esta política ambientalista, analfabeta hasta los 16 años, frenó durante meses la concesión de licencias ambientales. Enfrente, Rousseff pugnaba por aprobar un proyecto de una carretera transamazónica y dar luz verde a dos centrales hidroeléctricas sobre el río Madeira, el mayor afluente del Amazonas.
Aquella agria batalla la saldó el presidente Lula. "La política medioambiental es la del Gobierno y no la de la ministra". El ímpetu desarrollista del estadista más querido de Brasil vio en Silva un obstáculo al crecimiento del país emergente. Así que la ministra rebelde, de pasado paupérrimo ligado al Amazonas -de niña cazaba y buscaba plantas medicinales- y con un historial médico agitado -sufrió malaria cinco veces y se contagió de hepatitis otras tres-, claudicó. Dejó primero el Gobierno y después el Partido de los Trabajadores.
Pero las elecciones generales que el próximo domingo parirán un nuevo líder en Brasil han hecho un guiño a la política que defiende esta evangélica y que alía ecología, inclusión social y desarrollo económico. El casi 20% de votos obtenidos en la primera vuelta, el pasado 3 de octubre, no sólo ha obligado a celebrar una segunda ronda, sino que insta a los dos candidatos favoritos, Rousseff y el conservador José Serra, a incluir el respeto al medio ambiente en su discurso, aunque sea in extremis y por la puerta de atrás.
Los dos candidatos favoritos han reorientado su discurso, más verde
Apenas dos semanas después del primer encuentro con las urnas, que dio a Rousseff el 46,9% del escrutinio, la candidata hasta ahora favorable al desarrollismo clásico ha entregado una "carta de compromisos" medioambientales que incluyen la reducción del 40% de gases contaminantes, una propuesta del Gobierno de Lula, y "avanzar en la integración de la política ambiental y el resto de las políticas públicas".
Por su parte, Serra ha encontrado apoyos de peso en miembros del Partido Verde, si bien oficialmente Marina Silva ha optado por la neutralidad y no se ha decantado por ninguno de los dos candidatos.
Todas las encuestas dan como ganadora a Rousseff, pero para apuntalar su victoria, la protegida de Lula volverá a contar con el apoyo del presidente. Su gabinete ha reconocido que el dirigente brasileño recuperará el protagonismo en la recta final de la campaña, tras haber permanecido en un segundo plano las dos últimas semanas.
De espaldas al código forestal
Ninguno de los dos candidatos favoritos ha mencionado en la campaña el polémico código forestal para regular el uso agrario de la tierra que Brasil debate desde 1965. Las enmiendas piden el fin de las propiedades agrarias ilegales, que alcanzan el 90% de los terrenos.
Pulso electoral
Los últimos sondeos de opinión incrementan la ventaja de la candidata del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, respecto a su oponente, el conservador José Serra. La intención de voto es del 50% para Rousseff y del 40% para Serra.