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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inversión prudente a la espera del riesgo

Las 22 entidades financieras que se han comprometido con la Generalitat de Cataluña a colocar una emisión de bonos de 2.500 millones de euros a un año, y con la jugosa rentabilidad del 4,75%, lograron en las cuatro primeras horas de comercialización, el pasado viernes, demanda firme por parte de los particulares por 1.000 millones de euros. Y seguramente ahora mismo, mientras usted sobrevuela estas líneas, la emisión está totalmente colocada, y con una sobredemanda apreciable. Este apetito por el bonocat emitido por el Gobierno de Montilla, y que podría extenderse a otras comunidades con dificultades para cubrir sus necesidades financieras, es imputable a tres circunstancias. Buena rentabilidad, con muy alta seguridad de recobro; retorno superior incluso al que la banca abona por la captación de depósitos a plazo, y excesiva percepción de riesgo en el resto de las inversiones tradicionalmente cubiertas con dinero conservador o semiconservador. Las mismas circunstancias que están decidiendo hoy mayoritariamente el destino del ahorro creciente de los particulares en España, que sigue avanzando pese a que la renta disponible tiende a estabilizarse tras al menos dos años de descensos acusados.

La cautela de los ahorradores, como el hambre y las ganas de comer, se ha cruzado con la necesidad apremiante, tanto de los bancos y cajas como de las Administraciones públicas, de flujos monetarios recurrentes para hacer frente a sus refinanciaciones en el caso de los primeros, y al creciente endeudamiento, en el de las segundas. Esta disputa por el ahorro particular puede parecer una bendición para quienes buscan seguridad y una rentabilidad que duplica la inflación, pero esconde el desprecio que el dinero siente aún por otros destinos de riesgo, aunque proporcionen un retorno implícito superior, por la falta de la visibilidad y la seguridad precisas para que se confirme un nuevo ciclo de inversión empresarial y doméstica consistente.

Mientras el horizonte no se despeje, el escaparate de productos financieros estará plagado de depósitos a plazo, con más o menos vinculación del cliente con la entidad; bonos públicos estatales o regionales, que anteponen seguridad a renta; emisiones privadas, con solvencias que oscilan entre el grado de inversión y el bono basura, y hay ejemplos de ambos extremos en España, o acciones de sociedades de altísima solvencia que proporcionen dividendos atractivos.

Fuera de tales oportunidades se entra en el territorio del riesgo, aunque, como los inversores saben, los retornos pueden ser muy superiores, y se precisan conocimientos que los particulares sólo pueden cubrir con el asesoramiento debido. La inversión en los países emergentes, el acceso a fondos de materias primas, o incluso la ruleta de las divisas, son oportunidades que pueden romper la atonía que presentan los lineales financieros ahora en España. Si Estados Unidos ha despejado las dudas sobre su sistema financiero, Europa sigue sin hacerlo, y los mercados interbancarios no acaban de abrir la espita de la financiación, porque la confianza no es plena, pese a que las pruebas de resistencia del verano daban pocas oportunidades a la desconfianza. En el caso de la banca española, incluso, los niveles de solvencia superaron todas las expectativas.

Seguramente el modelo de financiación de la actividad bancaria no volverá a ser nunca como lo era hasta 2006, en el que la materia prima dinero se encontraba en unos mercados mayoristas que tienen muy complicado recomponer sus volúmenes de tráfico. El mecanismo tradicional de la banca española, que utiliza la captación de depósitos como principal financiador de sus créditos, ganará peso en los próximos años, lo que puede sostener precios altos en la remuneración del pasivo, pero cuentas de resultados menos boyantes, porque los márgenes de intermediación serán más apurados.

La propia Bolsa ya descuenta un 2011 poco generoso con la banca, que con su peso en los índices españoles marca déficits de rentabilidad muy importantes con economías manufactureras y exportadoras como la alemana. Mientras España no culmine su reforma financiera, adelgace su estocaje inmobiliario y recomponga el crecimiento potencial con intensas reformas, invertir en nuevos proyectos puede ser sinónimo de riesgo y rentabilidad plana.

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